Son tiempos muy duros los que estamos viviendo. Sin parangón los más escarpados. Al contexto global de la economía (paro, falta de crédito, fiscalidad, etc) se une nuestro particular via crucis como empleados públicos (congelación de la oferta de empleo, de las ayudas sociales, de las prórrogas en la jubilación, de la jubilación anticipada y, por último, detracción salarial).

Sin embargo siento que de cada obstáculo, de cada dificultad, puede salir una oportunidad. Para hallarla debemos antes buscarla, escudriñarla, y eso no siempre es fácil. Requiere esfuerzo, requiere sacrificio y requiere altas dosis de realismo y practicidad.

En la búsqueda de mi oportunidad como funcionario del futuro necesariamente debo ser crítico con actitudes propias y con actitudes ajenas. Debo ser crítico con la falta de planificación estratégica global de las administraciones públicas, con la ausencia de objetivos, con la carencia de resultados, con la falta de incentivación, con la instrumentalización de los recursos, con el servilismo, con el pesebrismo. Tengo que ser crítico con la negociación basada en trabajar cuanto menos y ganar cuanto más, con la negociación para todos y por igual, con la negociación oportunista, con la negociación interesada. Y, por último, tengo que ser crítico con el apoltronamiento, con la actitud desentida, con el pasotismo con la indolencia, con la tranquilidad perversa de sentir el puesto de por vida.

Desde ese análisis veo la oportunidad de salir reforzado. Existen instrumentos para ello pero falta imantar la voluntad colectiva.

En un momento como este debemos permanecer unidos, juntos, cohesionados. Considero que debemos hacerlo entorno a un pilar compuesto de materiales sólidos y robustos tales como la profesionalización, la productividad, la vocación por el servicio público, el rendimiento, el sacrificio, el cambio de imagen, la lealtad institucional, la mejora continua.

Estas palabras parecen huecas (máxime en estos momentos en que las lentejas empiezan a faltar) y no consiguen aflorar a la crudeza de los hechos. Sin embargo sólo si las sentimos y hacemos que las sientan nuestros iguales podemos ser capaces de activar la catarsis.

Esa catarsis pasa por hacer entender a quienes en nuestro nombre negocian (administración y sindicatos) que la contención del gasto público, inclusive su reducción, y el mantenimiento de las condiciones de trabajo de los empleados públicos, son plenamente compatibles. Pero son compatibles sólo si la Administración se profesionaliza, se planifica, se flexibiliza, se objetiviza, se prima la obtención de resultados, se desiguala, se motiva. Sólo si el sistema permite contar con los mejores, depurar a los peores, pagar a los mejores, degradar a los peores, premiar a los mejores y castigar a los peores. Sólo si el sistema permite diseñar políticas publicas basadas en la rentabilidad social, demandada por la ciudadanía, no exenta de equilibrio económico. Sólo si el sistema permite que el ciudadano acuda a la administración tan confortable y tan confiablemente como lo hace cuando elige el corte inglés.

Son momentos difíciles, crudos de verdad, pero son momentos que invitan a hacer algo. Yo me postulo del lado de la reflexión, la unión y la apuesta por la mejora como antídotos y antidepresivos y, desde ese postulado, os invito a todos a que caminemos juntos.

Funcionario del Ayuntamiento de Xàtiva.