Por lo que llevamos visto de la película, las recetas que se aplican a esta crisis son las contrarias que en 1929. Tal vez, los economistas no sean una secta más seria que los cartománticos y estrelleros. Entonces, Roosevelt sacó la caballería civil para que el Estado construyera carreteras y acueductos, aunque se endeudara por siglos; ahora, la consigna es adelgazar el Estado, librarlo de hipotecas, reducir los sueldos (lo que minimiza el consumo y dispara el mecanismo del ahorro preventivo) y la actividad económica y, por tanto, condenarnos a altos y tal vez crónicos niveles de desempleo (y poner a la población afectada al amparo de las ONG, en calidad de refugiados en su propio país), según análisis de urgencia perpetrado por Rafa Ventura Melià y un servidor en plena calle de Ruzafa.

El mundo es muy raro: ahí tienen a los judíos que inventaron el mecanismo genial del chivo emisario. Puesto que había que culpar a alguien de nuestro males —y el número de los sospechosos era infinito—, mejor echarle la culpa al cabrón y despeñarlo entre gritos de júbilo. Israel, en cambio, responsabiliza de sus males a todo el mundo, incluidos los palestinos desnutridos y la armada de los voluntarios civiles. He dicho que no pienso hacer huelga contra Zapatero, aunque comprendo perfectamente que la hagan otros que sólo tienen un sueldo y que encima se lo han recortado: nadie tiene la obligación de asumir las necesidades del Estado o de salvar a la patria, mucha tarea para espaldas tan flacas.

Junto a las guerras solariegas de Iraq y Afganistán proliferan de modo harto sospechoso los focos de tensión, así en el mar Mediterráneo como en el Amarillo, aunque se busque un enemigo asimétrico y sin media bofetada —civiles desarmados o un megalómano flaco y enfermo—, no vaya a ocurrirles alguna desgracia (a los nuestros). Focos de tensión que también lo son de distracción e inversión, a la medida de una economía de trileros que tendría en el nuevo desorden la oportunidad de rodear la Tierra varias veces al día a la velocidad de las transacciones electrónicas.