Juan Antonio Gisbert, el que faltaba, al que unos cuantos señalan como el menda que hizo inviable en su día la operación destinada a que Bancaja absorbiese la CAM extendiendo la implantación de ésta por donde «no le correspondía», presentó ayer en sociedad el grupo de las rurales que sí que ha vertebrado la Comunitat. Además, se tiró el moco de que, a diferencia de todo quisque, no tienen necesidad de pedir ayudas al Frob. El grupo en cuestión funcionará bajo la marca paraguas de Cajas Rurales del Mediterráneo, lo cual, en este proceso de confusa clarificación del mapa financiero, es posible que no haya hecho muy feliz a sus antiguos compañeros de lidia en la sede operativa de Óscar Esplá.

Feliz aquí, lo que se dice feliz, no sé si queda alguien. Los sindicatos ya han dado el pistoletazo de salida hacia la huelga general. Cuestión diferente es para cuándo la fijen y en qué condiciones lamentables se llegue a la fecha. Phil Bennet, periodista que fue del Washington Post y que se ha pasado unas cuantas semanas rastreando por España la sintomatología de la crisis, ha detectado en la clase política dirigente del país todo menos altura de miras. Es decir, un compromiso electoralista a piñón fijo. Preguntado por la impresión que había obtenido de su encuentro con Rajoy, mantuvo un silencio del que salió a duras penas.

De la misma forma que sale el CIS cuando encara una encuesta sobre la que está cayendo. De la última, no me llamó la atención ni que el ochenta por ciento de los españoles crea que la tela marinera irá igual o peor el año que viene ni que la corrupción y el fraude lo interprete como un problema apenas el uno por ciento. No. Lo que me dejó pasmado es que existe un 4,2 por 100 que califica la situación económica de buena o muy buena e, igualmente, un 4,9 la situación política. Me da que el CIS está llegando en el cocinado a una sofisticación de tres estrellas Michelin. Los que aseguran que la situación política es guapísima debe ser el 4,9 por 100, pero del Gobierno, digo yo.