El Levante UD ha vuelto a la Primera División. Y lo ha hecho en unas condiciones que llevan el mérito mucho más allá del aspecto puramente deportivo. En efecto, hablamos de un club con uno de los diez presupuestos más bajos de la Segunda División y sometido a la administración concursal. Y de la primera temporada de Quico Catalán en la presidencia y de la segunda de Luis García Plaza en el banquillo. Con un equipo construido con muchos jugadores descartados por otros equipos. Toda una serie de condicionantes que en otras circunstancias habrían inducido más al fracaso que al éxito.

Sin embargo, el Levante ha sido capaz de capear todas esas adversidades y conformar un equipo que se ha abstraído de las dificultades mercantiles y se ha centrado en el objetivo deportivo. Un mérito aún más sobresaliente si se tiene en cuenta las circunstancias que rodean el mundo del fútbol en España, donde los gastos multimillonarios continúan siendo moneda común pese a la crisis económica que atenaza al país.

El salto a Primera, además, supone una inyección económica que ayuda a reflotar la sociedad a corto plazo. Y en todo caso representa un modelo a tener en cuenta ante el futuro que puede esperar a numerosos clubes. Además, Valencia contará de nuevo con dos equipos en la división de honor, con lo que ello implica tanto en cuestiones de imagen como económicas. El centenario del Levante UD no podría tener un colofón. Es la recompensa a su titánico esfuerzo, un ejemplo del que deberían tomar buena nota otras entidades.