Si a usted se le puso en la tarde de ayer esa cara, imagínese la que se le habrá quedado a Zapatero, que tenía puestas todas sus esperanzas en este campo para subir la moral de la tropa. El primer aviso de que ni siquiera en ese terreno andamos seguros lo dio la filial de Mediapro al conocerse que había presentado concurso de acreedores. Acabado de llegar a la presidencia culé, Sandro Rosell anunció su intención de renegociar los derechos televisivos de la filial en cuestión. No sé si tendrá que pensar en montar rifas. Y con él, el resto. Enrique Ortiz, en cambio, no tiene por qué sufrir. Si el Hércules alcanza la Liga de las Estrellas ahí está la Generalitat, que va sobrada, para correr con lo que haga falta. A correr, sinceramente, no creo que le gane nadie. El president, por ejemplo, fue hasta Rusia. Y Berlusconi nada por Italia, pero Tele 5 de aquí, que adquirió los derechos de retransmisión de la Roja por una pasta, ha salido en procesión sin descartar llegar hasta Lourdes. Hemos vuelto adonde solíamos y que ya se nos había olvidado: a rezar, claro. También es cierto que, para llegar a ese extremo, no era imprescindible que la selección apareciera en escena del modo que lo ha hecho. Con contemplar al Gobierno entrando a rematar tenemos suficiente. Cualquier día de éstos sacará unas medidas tendentes a solucionar el mayor problema que tenemos, que es del desempleo. Mientras tanto, lo facilita, que es una manera como otra cualquiera de ganar tiempo hasta dar con lo que importa. Y lo que verdaderamente interesa en un partido de fútbol es llegar a la meta contraria. E incluso chutar sobre ella. Yo veía a los nuestros entretenidos en lo que estaban mientras seguían pegándose contra el muro y no podía dejar de pensar que la estrategia la había dispuesto Corbacho. Y es que, tras el recital de habilidades con el que se nos viene obsequiando, todo gira, como digo, alrededor de los derechos, las rifas y el rezo. Vamos, un espectáculo.