En medio de la creciente rumorología sobre España y cuando diarios serios (no sólo anglosajones) especulan sobre el momento en que se producirá el rescate a la griega de España, siempre aparecen aquellos capaces de arreglar nuestros problemas en un plis-plas, porque somos los más mejores. El último ha sido el presidente de la inmobiliaria Sacyr, Luis del Rivero. Mientras economistas de prestigio (como Luis Garicano) propugnan reformas estructurales (en materia financiera, laboral, sanitaria o de pensiones) y abogan por una menor dependencia del ladrillo, Del Rivero afirma que no hay que cambiar a éste por el I+D «porque tardaríamos cien años». Además, para solucionar la burbuja de la deuda pública, «lo que hay que hacer es darle a la máquina de imprimir dinero». Así, las cigarras no pagan la deuda, aunque se pueda crear hiperinflación. Con dos c…, sí señor.

La cuestión es que debemos elegir: o seguimos con lo que proponen Del Rivero y David Taguas, presidente de la patronal inmobiliaria Seopan (hace un año, defendía que nuestro modelo económico, basado en el ladrillo, «no es malo») u optamos por mejorar el sistema educativo, reformar el mercado de trabajo y orientar nuestra economía a productos de alto valor añadido, con vocación exportadora.

El problema es que esto último implicaría sacrificios a corto plazo y esperar una generación a que diera algún (incierto) resultado. Así que es de temer (si afuera no lo remedian) que se siga con la opción Rivero-Taguas, pese a que hace este último aseguraba, no hace mucho, que debíamos tirar del gasto público para recuperarnos y que «nuestro sistema financiero era el mejor del mundo». Un visionario, sí señor.

Cómo lo ven. Tras la victoria de los independentistas flamencos, Le Monde alerta sobre los riesgos que entraña este triunfo para Bélgica, mientras resalta la voluntad negociadora de los socialistas valones, para satisfacer las demandas de Flandes (sin rupturas). Si se produjera una confederación flamenco-valona (previa a su separación definitiva), Gazeta Wyborcza destaca que la mayoría de los franceses estarían dispuestos a acoger a los valones como un nuevo departamento, ante sus dificultades para lograr un Estado eficaz.

El premio Nobel de Economía de 1992, Gary Becker, ha apuntado en The Daily Telegraph la última ocurrencia para controlar el flujo de inmigrantes en naciones como EE UU y Gran Bretaña: si quieren establecerse en estos países… deberán pagar para hacerlo. Con ello, según Becker, cree que se lograría atraer a los extranjeros más cualificados y/o más comprometidos con el país de acogida, ya que buscarían recuperar la inversión inicial aportada.

Cómo nos ven. Business Insider desgrana hasta nueve motivos por los que la economía española puede calificarse de zombi, con riesgo de colapso. Entre ellos, cita: el desempleo rampante; la deuda total (no sólo la pública, como relatan algunos interesados); las crecientes dificultades para financiarse en los mercados; el más de millón y medio de propiedades sin vender; las nulas perspectivas de crecimiento a corto plazo y (el inicio de) huelgas y protestas.

Por su parte, The New York Times alertaba de la reciente visita a España del director general del FMI, Dominique Strauss-Kahn, para discutir «sobre las reformas necesarias» en nuestra economía. Todo ello, en medio de una creciente fuga de capitales y de grandes dificultades de las entidades financieras españolas para conseguir financiarse en el exterior (con la única excepción del Banco Central Europeo). Lo mismo que sucedía, concluye el rotativo, semanas antes de que Grecia pidiera el rescate del citado FMI.

Qué se cuece. Cuatro años después de haber dado por muertos a los diarios impresos, el semanario The Economist habla de la «extraña supervivencia de la tinta». A pesar de la caída publicitaria registrada en Norteamérica, los recortes de gastos (más allá de los despidos) y la caída del precio del papel han frenado los descensos de ventas. Por otra parte, en Alemania y Japón se habla más de recesión que de cambio estructural (ante la lenta caída de lectores), mientras la tendencia global es la de ofrecer a los lectores lo que quieren y no aquello que deberían leer.