El otro día, el delegado del Gobierno, Ricardo Peralta, tuvo un divertido e ilustrativo desliz: para justificar que no se espiaba a la alcaldesa de Valencia, aclaró que las unidades apostadas ante la sede del PP estaban pendientes de los manifestantes a favor de Gaza. Bueno, ciertamente los de Hamas no son unos angelitos —y cómo lo iban a ser frente a una potencia ocupante—, pero creo que son los ejecutores del Mosad los que van por ahí matando gente ocultos tras los pasaportes de honrados ciudadanos europeos, robados o clonados. La explicación de Peralta es el reflejo cabal de la actitud de Europa, que mantiene todos los tratos de favor que hasta ahora ha dispensado al Estado de Israel.

Como decía Tony Judt, se trata de considerar a Israel como un Estado más. En efecto: por más que la judeofobia sea una patología básicamente europea, a una distancia de tres generaciones del Holocausto, somos tan responsables de él como Nuevas Generaciones del genocidio planificado por Franco. Por supuesto que hay que estar vigilantes frente a datos tan sospechosos como el fervor solidario que despierta Palestina frente a la indiferencia con que tratamos a otros desheredados, sean chechenos, saharauis o kurdos. La turbia bestia antisemita duerme como la semilla de la grama en estratos ocultos, pero les guste o no la forma como lo digo, lo diré de todos modos: los nuevos judíos se llaman palestinos, viven confinados y, como dijo un cínico dirigente de Tel Aviv (perdón por el pleonasmo), sometidos a dieta de adelgazamiento y humillados por un ejército que no respeta ninguna norma, ni aun las de la guerra.

Para construir su delirante cliché del judío contaminante, el astuto Hitler no se basó en los hebreos acomodados y cultos de Berlín, sino en los pobres judíos buhoneros del Este. Esa misma perversidad se practica a diario en gigantescas operaciones de propaganda que tratan de presentar a todos los palestinos como innatos fanáticos fundamentalistas. Lo dicho: como un Estado más. Si Israel no es honorable, no hay que tratarla honorablemente.