Tony Hayward ha resultado ser el culo que quería patear Barack Obama hace un mes cuando el vertido de petróleo que arruina el golfo de México amenazaba con llegar a las orillas del despacho oval. Hayward es el consejero delegado de British Petroleum, la empresa extractora responsable de esta catástrofe ecológica que antes de producirse era absolutamente imposible que se produjera, según todos los voceadores de las energías sucias y/o arriesgadas. Ahora se sabe que, aunque era imposible que sucediera lo que está sucediendo (la explosión de un pozo y el hundimiento de su plataforma), tenían redactado un protocolo de emergencia para minimizar los daños ecológicos. El plan también era de mentira, como sólo puede ser algo que trata sobre qué hacer cuando sucede lo imposible.

¿Quién puede hacerse responsable de algo imprevisto porque es imposible? Nadie. Tony Hayward no. «Ni yo ni el resto de la directiva estuvimos presentes cuando se tomaron las decisiones», explicó en su comparecencia en el Congreso de Estados Unidos, donde fue abroncado sucesivamente por los portavoces. A él qué le cuentan. Que le dejen ir a la carrera anual alrededor de la isla de Wight a apoyar a su hijo y a su yate (uno de los dos se llama Bob y tiene un valor de 360.000 dólares). Ha dicho que quiere retomar su vida pero no le dejan vivir. Su altivez —acaso la que se atribuye a todo inglés refinado (uy, como el petróleo)— le mantiene la boca fuera del agua. «Tony Hayward no va a tener una segunda carrera profesional como especialista en relaciones públicas. Ésta se añade a una larga lista de equivocaciones», ironizó el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel. ¿Por qué no? Está resultando un magnífico culo que patear.