El proceso de fusiones y concentraciones en las cajas de ahorros están generando, en nuestra clase política y en los mentideros que crean opinión, multitud de críticas dirigidas fundamentalmente al Ejecutivo valenciano. Se les acusa de haber perdido la CAM y de haber perdido Bancaja. Se les acusa de no haber sabido defender la gran caja de nuestra comunidad por no haber obligado a ambas a fundirse. Todo ello, supongo, en aras de la libertad del mercado y de la libre economía.

No me queda más remedio que traer a colación el libro de Joan Fuster «Nosotros los valencianos». Cuando hablaba de los problemas, tras analizar, en la primera parte, «los hechos» y, en la segunda «las indecisiones», dedicó veinte páginas a examinar el provincianismo y provincialismo de nuestras gentes con especial mención de Alicante y Valencia. Nuestro complejo de inferioridad y nuestro carácter de sucursal contribuían a ello.

Somos más de pueblo (dicho sea en términos no ofensivos) que la alfalfa. En una economía globalizada, donde el Banco Central Europeo marca reglas y obligaciones, donde Obama pone de rodillas (literal) a Rodríguez Zapatero el día de Acción de Gracias, nos salimos por la tangente diciendo que hemos perdido la oportunidad única de alcanzar una institución financiera circunscrita al patio del colegio o a la escalera donde vivimos. Sin ningún rubor ponemos en el debe del presidente de la Generalitat que no haya forzado el acuerdo CAM-Bancaja cuando la CEC, la CEV, Coepa y, en último extremo, Cierval (que debe mandar sobre todas ellas) no han hecho absolutamente nada para propiciarlo. Cada caja ha ido por su lado y por sus intereses. ¿A santo de qué el presidente de la Generalitat debía interferir en el cantón malayo de Alicante?. Cada uno tiene lo que se merece. Nosotros, los valencianos, también.

Y desde el punto de vista de los costos sociales que toda fusión empresarial (fría o caliente) comporta, hay que señalar que los trabajadores de Bancaja sufrirán menor reducción de plantilla y de sucursales en su fusión con Caja Madrid que si lo hiciera con la CAM. Por su parte, y viceversa, el costo para la caja alicantina será inferior a lo que habría supuesto su hipotética fusión con Bancaja. No hay que olvidar, además, que el conseller Rafael Blasco ya ha puesto sobre el tapete otro dato adicional, que ya el Banco de España señaló en su momento: habrá más fusiones en el futuro y se deberán reducir mucho más el número de las entidades financieras hoy resultantes. Nos encontramos en el comienzo del largo proceso.

Y por último: ¿es que la Comunitat Valenciana no es España?, ¿es que la Comunidad de Madrid no es España? Cuanto más fuerte sea el resultante, mejor para todos. La unión, dicen hace la fuerza. Repito: somos más de pueblo que la alfalfa.