Ya saben que no hay otro tema de conversación en la calle, ni otro argumento en las tertulias. La tan llevada y traída crisis y las medidas que cada uno aplicaría para corregirla. El problema es que no hay una sola crisis, yo creo que al menos hay tres, y puede ser que me quede corto. Una crisis medioambiental, que sólo le importa a los que están más informados y se asustan de ver lo que le estamos haciendo al planeta, que nos llevará, más pronto que tarde, a la ruina. Una crisis social, que sólo le importa a los más desfavorecidos y que tiene que ver con el desajuste en el reparto de bienes primarios, alimentos básicos, agua. Y una crisis económica que sólo le importa a los que más tienen pero ya lo han organizado para que nos preocupe a todos repercutiéndonos sus errores y sus abusos. Resulta insólito ver cómo entregamos nuestros exiguos ahorros a unas entidades que nos cobran por ello y no conseguimos saber qué hacen con la suma de los dineros de todos. Además utilizan un lenguaje que no entendemos para comunicarse con nosotros. Nos hablan de TAE, de interés compuesto, de rentabilidad variable, de la cesta de valores, de puntos, de premios, y manejan a su antojo esos ahorrillos, que tan sólo hace unos minutos creíamos nuestros y que entregamos en una ventanilla que los hace desaparecer. Eso sí, si alguien se declara en rebeldía y lo guarda en casa, debajo de un ladrillo, le llamarán insolidario, avaro y, sin saber por qué, los billetes se convertirán en dinero negro, y el rebelde en un sospechoso.

Lo cierto es que las tres crisis, o se resuelven juntas, que se puede, o no se resolverán nunca. Porque tienen que ver unas con otras, no le den más vueltas, aunque se empeñen en orientar todas nuestras miradas sólo a la económica, sin mirar ni siquiera de reojo a los que pasan hambre desde hace siglos, ni mucho menos al planeta que viene quejándose década tras década sin que le hagamos ni caso.

Y ahora se añade otra crisis inesperada, la que nos deja Saramago. Esa especie de voz en off presente en nuestras vidas que reclamaba cada día un mundo diferente, posible e imprescindible. Sus obras le mantendrán vivo entre nosotros, pero nos quedaremos huérfanos de su palabra, de su reivindicación, de su compromiso con otra manera de organizar las cosas. Resulta que se puede ser premio Nobel, y estar del lado de los más débiles.

Ya ven, demasiadas crisis para un humilde artículo.