Reunión en la Fundación Ortega y Gasset sobre la transición y la filosofía. Luego, en la comida, surge el problema: el Estado de las autonomías. Se hace ese silencio que aureola los problemas serios. Tomo la palabra: sin duda, es la innovación institucional más adecuada a nuestra constitución histórica o existencial. Voces críticas: sólo ha servido para crear pequeñas oligarquías derrochadoras y tramposas. Me defiendo: una cosa es el sistema constitucional objetivo y otra el estilo político subjetivo. Hemos avanzado mucho en lo primero, pero poco en lo segundo. Pero no debemos engañarnos. El estilo es común a toda Iberia. Si ahora cambiamos el Estado autonómico por uno más centralizado, daremos de nuevo oportunidad a la creación de una gran oligarquía madrileña con delegados territoriales. No es un escenario imaginario. Véase el asunto de Caja Madrid y Bancaja. Y de ahí en adelante, ya veremos.

Rajoy ha aprendido de Aznar. El último gabinete popular estaba dispuesto a todo en el País Vasco de Ibarretxe. Quería tomar Vitoria, pero como punto de partida para reformar el Estado. Y lo quería hacer desde la pura política y desde una reafirmación de la nación española. Rajoy no es un fanático y, si me apuran, tampoco es un político en el sentido de Aznar. Pero está en el oficio y se hace cargo de la razón del partido. En todo caso, quiere algo más moderado, reformar el Estado de las autonomías, no revertirlo al Estado centralizado. Comprende además que es mejor hacerlo por otros medios. Aprovechará la crisis para ello y se armará con la ratio económica para impulsar reformas políticas. Para este fin, un Molt Honorable debilitado al máximo, como el nuestro, es adecuado para la disminución del Estado autonómico que se avecina. Una vez más: véase Caja Madrid y Bancaja. Quizá esto explique la línea de conducta de Rajoy respecto a Camps. Dejarlo débil es mejor que impedir que surja alguien nuevo y fuerte.

Al menos ya sabemos algo. Rajoy pondrá límites constitucionales al endeudamiento. Hay siempre en Rajoy una inclinación filoalemana, que a mí personalmente me gusta, pero que no está exenta de dificultades en Alemania y en Europa. Para nuestros problemas, sin embargo, puede ser una inclinación beneficiosa. Inspirarnos en Alemania significa racionalización del Estado de las autonomías en sentido federal, pero con una ratio económica adecuada y con una clara impronta unitaria. Sin duda, aquellos límites constitucionales afectarán a la capacidad de gasto de las autonomías. Se piensa en el servicio exterior catalán, desde luego, una de las espinas clavadas en el corazón del PP. El futuro recorte de poder efectivo de las comunidades será proporcional a dos cosas: la debilidad de las elites políticas regionales y su irresponsabilidad en el gasto. Me temo que Valencia tiene todas las papeletas para un recorte fuerte. Y no sólo por la parte del PP. Pues se trata de una racionalización del Estado y va a necesitar la colaboración de lo mejor de los dos partidos. Con Valencia, los dos tienen las manos libres. Ahora, el respeto que siente Madrid por los dirigentes valencianos está a la par.

Y es lógico. Día tras día aumenta la tensión. En Mislata ya han llegado a las manos y en Valencia capital se llega al límite de los medios limpios cuando se cierra el micrófono a un regidor o cuando se insta a ir al juez a una concejala porque sencillamente pide las cuentas del dinero público. Ambas respuestas causan vergüenza ajena y en cualquier país civilizado, salvo Italia, causaría una censura generalizada. Me temo que los protectorados no van a ser sólo de Europa respecto a España. Al tiempo.