El imperio hace sus cosas feas e impotentes en Afganistán e Iraq y la obligación de los medios informativos es contarle al público, con el máximo rigor y conocimiento, por dónde van los tiros, nunca mejor dicho. Si el portal Wikileaks ayuda, bendito sea. Si ese mismo portal

—que publicó el vídeo de una matanza de once civiles inocentes por parte de un helicóptero norteamericano en Iraq, acto por el que fue reconocido— se excedió al publicar nombres, apellidos y domicilios de agentes y colaboradores (de la OTAN), el Estado tiene derecho, en nombre propio y de los afectados, a las acciones legales que estime oportunas, claro.

Me gusta pensar que así como la guerra es demasiado importante para dejarla en manos de los generales, el derecho a una dieta informativa rica y equilibrada tampoco puede ser garantizado enteramente por los periodistas y nuestras empresas. La caída del histérico senador McCarthy no fue provocada por la energía de los medios liberales, sino por la airosa reacción de unos anticuerpos que la clase política norteamericana tal vez ya haya perdido: lo recuerda Mark Hertsgaard. Así pues, creo que no nos hacemos la pregunta pertinente: ¿grandes medios informativos como The New York Times, El País o The Times están ahora más o menos dispuestos y capacitados que hace veinte años para cubrir como es debido conflictos de esta envergadura con ánimo sereno y honesto? Si la respuesta no es positiva, por el vacío que deje atrás la deserción de los grandes, se colarán toda clase de criaturitas. Ya pasó con la extinción de los dinosaurios.

Por cierto, que las dudas me comen en torno al reciente episodio afgano en el que murieron dos guardias civiles españoles y un traductor a manos de un tipo que fue apartado como sospechoso de colaborar con los talibanes y luego readmitido por la presión de los notables del lugar mientras, el mismo día, la base española era atacada con piedras, tiros y granadas por una población a la que teóricamente les reparamos los puentes y las hernias. Una guerra rara y una información pésima.