Supongamos que el ocurrente de la cadena tiene una revelación y se lanza en plancha y con precauciones para no abrasarse en la que vende María Patiño, porque además de tostarse comprobará con horror que la tipa tratará mientras tanto de arrancarle alguna víscera. La revelación le lleva a poner en su parrilla un programa de cocina. Adelante. Lo primero, la cocina, con sus sartenes, ollas, cacerolas, raseras, palas, espumaderas, lo necesario. Y una buena isla de trabajo con vitrocerámica hermosa y demás artilugios. Y las carnes, pescados, legumbres, pastas. ¿Y el cocinero? Tenemos uno. ¿Cómo es? Es la hostia. ¿Qué hace? De todo. Ya, pero… Sí, hombre, canta, baila, cuenta chistes, ya te digo, el copón, un crack. ¿Pero cocina? Claro, claro. Pues adelante, a contratarlo.

Y lo contratan, y canta, baila, cuenta chistes, y hasta cocina. Pero no es Karlos Arguiñano. O se es, o no se es. Quien tira por ahí, tratando de imitar al original, falla. Siempre. Telecinco, en su estrategia metódica de limpieza y exterminio de todo lo que suene a calidad, lo suprimió de su carta. Y se lo llevó Antena 3, donde el cocinero vasco, además de hacer guisotes de pescado con fundamento, sabe entretener y hacer de Karlos Arguiñano en tu cocina un tiempo de televisión amable, una invitación a la vida, al buen rollo. Sé que a mucha gente justo eso es lo que le molesta de él, sus malas canciones, el cuento de sus batallitas, el teatro que le echa a los pucheros. Va en gustos. En la nueva temporada suele invitar a algún conocido para calibrar su relación con la cocina, y acabar haciendo el plato que le piden. Antena 3 ha encajado lo de Arguiñano detrás del Diario, donde a su modo también manejan estupendos higadillos.