La materia que forma nuestro cuerpo, nuestro planeta, el Sol, las estrellas del firmamento y las nubes de gas y polvo que pueblan nuestra Galaxia están hechas de átomos. De hecho, la mayor parte es hidrógeno y helio que se encuentra en las estrellas, pero sobre todo en el medio interestelar e intergaláctico. Los elementos más pesados que aparecen en la tabla periódica (oxígeno, nitrógeno, carbono, silicio, hierro…) son solo una pequeña fracción del total de la materia de este tipo, que podríamos llamar materia ordinaria. Estos elementos pesados se formaron en el interior de las estrellas como consecuencia de las reacciones termonucleares que se producen en su seno. Fueron expulsados al medio interestelar en las últimas fases de la vida de las estrellas o en explosiones como las supernovas, y se reciclaron para formar nuevas generaciones de estrellas, quizá con sistemas planetarios donde ya estaban los elementos indispensables para la vida. Son muy importantes para nosotros, pero poco relevantes en el inventario cósmico. De hecho, las observaciones cosmológicas actuales apuntan a que en el universo solo el 5% sería materia ordinaria, otro 25% sería un tipo de materia bien distinta al que conocemos y cuya naturaleza sigue siendo un misterio, la materia oscura. Los grandes aceleradores de partículas, como el LHC en el CERN, la buscan y quizá, algún día, la encuentren. Más extraño aún resulta el concepto de energía oscura, que contribuye con un 70% al total y sería, por tanto, la componente dominante del contenido de materia y energía del universo.

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