Gitanos. Gitanos rumanos. Rumanos a secas. En Llanos del Caudillo, un pueblo de Ciudad Real, viven muchos rumanos, y muchos de ellos trabajan en el campo, en lo que haya que hacer en ese momento. Algunos pagan su alquiler, llevan los nenes al cole, y hacen una vida que para nuestra forma de entenderla sólo hay un nombre, normal. Otros se hacinan en poblados, en campamentos improvisados, sin las mínimas condiciones, sin luz, ni agua, y los niños corretean entre la basura, y todos defecan donde pueden. Si uno no ve eso, o lo ve en la tele pero no le llega el hedor de la mierda, si a uno no le han entrado en su casa para robarle, uno tiene una visión y una opinión distinta, pero si uno tiene su casa lindando con ese muladar, con los ruidos que no cesan, uno está incomodo. A Llanos del Caudillo llegó la cámara de Jordi Évole y habló con unos y con otros. Luego fue a Tordesillas y asistió a una boda de rumanos para que tuviéramos otra visión de estos europeos. Todos maqueados, con una exageración ostentosa, enjaezados con joyería dorada, engalanados como muñecas, es decir, igual que muchas bodas a las que uno asiste con incrédulo arrobo. Esa familia es de dinero, y creo que fue el novio quien dijo que el secreto de su estancia en España es fácil, hacer lo que hace la gente de aquí. No se refería a la boda en particular sino a la vida en general. Salvados viajó a Bucarest y visitó barrios donde las casas que construyen algunos gitanos que trabajan en Europa son tan extravagantes como la boda de marras. Además, en Cataluña, a Rajoy le tocó un grupo de rumanos el himno del PP y le regaló un brazo de gitano. ¿Será suficiente para que el Gran Timonel no siga la senda del peligro populista? ¿Hay pastel para Zapatero?