Zapatero llegó a la cúpula del PSOE por chiripa. La Federación Socialista Madrileña buscaba un hombre de perfil grisáceo que sirviera de tapón provisional para impedir que Bono se hiciera con el aparato de la madrileña calle de Ferraz. Y encontraron en JLR Zapatero el plúmbeo personaje de cejamen circunflejo y rostro de eterna sorpresa o de «a mí que me registren», que les pareció ideal para frenar la inercia del manchego que avanzaba a paso de maniobra sobre Madrid. Salvado el primer escollo ya se buscaría al hombre dócil, proclive a aceptar sin rechistar el papel que le asignara el aparato del partido. Y ése no parecía Bono, por mucho que fuera el socialista más votado y de situación más solida en un cargo público en aquellos momentos. A juicio del correoso y conflictivo socialismo madrileño, sus ribetes católicos y sus efluvios populistas perfilaban al albaceteño como un hombre inadecuado para liderar la travesía del desierto posfelipista. La consigna era clara: «Bono no debe cruzar el río Tajo». Y no lo cruzó. Pero dejaron bajar de los montes de León a un diamante en bruto, que les resultó un pedrusco inamovible cuando le tomó gusto al poder.

Ése es uno de los capítulos más tristes de la historia del PSOE, en busca del líder perdido, tras la desaparición de aquel gran activo político llamado Felipe González. Pasados los primeros momentos de estupor y de difícil adaptación a un medio con el que ni siquiera se había atrevido a soñar, Zapatero barrió a los socialistas que, sobreviviendo peligrosamente al franquismo, habían hecho posible la transición. Los que dirigieron el país durante casi quince años también fueron arrinconados por el tímido hombrecillo que bajó a Madrid con la clara y firme intención de hacer de un partido centenario un instrumento de poder personal. Para conseguirlo, se rodeó de amigos, muchos de los cuales, a falta de experiencia y capacidad política, tenían sumamente desarrollado el sentido del rendibú y la adulación, aparte de la condición que más le importaba al nuevo líder: la fidelidad incondicional a su persona. Con cargos, carguetes, chollos y mordidas pronto los convertiría también en estómagos agradecidos. Los Presupuestos Generales dan para mucho. Hoy no se manda con las ideas ni con la autoridad moral; se manda con la suprema razón que emana de las arcas del Estado. Zapatero incluso ha demostrado que se puede prolongar un mandato, sentenciado por un pueblo harto de su ineficacia, volcando millones de euros sobre los adversarios más furibundos. Por el pan baila el perro, dice el refrán. Pero también para los políticos el sonido del dinero es buena música de baile. Las ideas, los proyectos del partido y su larga historia como formación política fueron desvaneciéndose poco a poco en el socialismo, manejado por el nuevo líder que ha llegado a utilizar el PSOE como una herramienta ad maiorem gloria sua, sin importarle un bledo que la militancia socialista esté o no de acuerdo con sus procedimientos y decisiones. Con ese proceder le ha infligido al partido socialista español un daño del que le resultará muy difícil reponerse.

Zapatero se ha pasado por el forro toda la doctrina del socialismo español. Ha traicionado su internacionalismo, ha roto su cordón umbilical con la clase trabajadora, ha ignorado su jamás desmentida españolidad y ha hecho caso omiso de una norma de oro, que consistía en el desprecio absoluto de toda negociación o diálogo con el terrorismo, que no condujera a la entrega de las armas sin contrapartida política alguna. La tradicional incompatibilidad del PSOE con los independentismos también se ha convertido en papel mojado con Zapatero. El socialismo español respaldó siempre todos los movimientos que conducían a la implantación o recuperación de las libertades democráticas en cualquier país del mundo. Por el contrario, el leonés, en vez de crear lazos de hermandad con los países democráticos, se ha entregado a la amistad con mandatarios de repúblicas bananeras que mantienen a sus pueblos sojuzgados bajo la bota de dictaduras decimonónicas. Con su insistencia en la unilateral memoria histórica ha dividido una vez más a los españoles. El PSOE liderado por Zapatero poco o nada tiene que ver con el que recogió de manos de Felipe González. Aquel socialismo, todavía era el de Besteiro, Zugazagoitia, Iglesias, Largo Caballero, Indalecio Prieto y tantos otros nombres que dieron armazón histórico a una ideología, que se puede compartir o no pero que tuvo momentos importantes en la historia de este país. Los viejos socialistas, que tanto lucharon por la recuperación de las libertades democráticas, saben bien que el mandato de Zapatero es para el socialismo español uno de los períodos más negros de su historia. Nada le es más difícil de digerir a un partido que los ataques que le vienen de dentro. Y Zapatero ha sido y es una plaga para el PSOE.

Juego peligroso

La tinta de periódico es la leche que maman los políticos. Su estado de ánimo depende de lo que leen cada mañana. Si no hubiera periódicos, los políticos serían capaces de las mayores atrocidades. Se pasarían la democracia por el arco de triunfo. Es más, sin periódicos no habría democracia. Viviríamos cabalgados por los políticos. Por eso tienden a dominar económicamente las empresas periodísticas, porque la prensa independiente sin autosuficiencia económica es una utopía. Si no pueden domesticar a las empresas lo intentan con los periodistas, con el fin de utilizarlos como caballo de Troya para asaltar desde dentro las cabeceras que les son hostiles. Y hay tanto mierda en esta profesión que en ocasiones lo consiguen. Nos pelean a unos con otros, nos dividen y así nos vencen y además se ríen de nosotros. Por eso, cada periódico y cada periodista que se resisten merecen reconocimiento y aplauso. La televisión es otra cosa. Al fin y al cabo es un electrodoméstico…