Es normal que el golfista Tiger Woods se hipoteque en 50 millones de dólares para tener una mansión en una isla. La normalidad viene de que es lo que hace cualquier triunfador en cuanto triunfa lo bastante. Por tanto, ésa es la idea rectora de premio por el triunfo: una casa enorme y lujosa en un lugar aislado. Diríamos que ese hecho resume, en lo preciso, nuestro modelo de vida, pues el esquema se repite, como geometría fractal que es, a todas las escalas: a partir de vivienda protegida, el ascenso social se mide por el tamaño y el lujo de la casa, y al servicio de ese objetivo se organiza la mayor parte de las vidas, con mayor o menor recato e hipoteca. A su vez, la casa, a partir de un tamaño, no es un objeto de utilidad, sino un envoltorio, vacío en apariencia, pero en cuyo volumen de aire está el verdadero objeto-medicina: la importancia. Respirar ese aire alimenta el espíritu humano.