Qué se nos ha perdido a los valencianos en Irán? El convenio de colaboración que acaba de avalar el consejo de gobierno de la Universitat de València con la Universidad Internacional Iman Khomeini es un paso más en la proyección internacional de nuestra universidad que el rector Esteban Morcillo y la vicerrectora Olga Gil quieren potenciar. Se trata de compartir con el resto de la comunidad universitaria internacional nuestros avances en enseñanza, investigación y transferencia del conocimiento. Hoy en día no basta con publicar en las mejores revistas, que lo hacemos, ni con asistir a congresos internacionales. Es preciso establecer vínculos de amistad y cooperación a nivel de las personas y los grupos de trabajo para atraer a nuestros laboratorios a lo mejor de las universidades que están despuntando y consolidar la colaboración con las universidades que todavía nos aventajan.

En el marco anterior alguien podría pensar que lo que más interesa es cerrar acuerdos con las mejores universidades de los países más desarrollados y que fuera de ese espacio de reconocida excelencia no vale la pena realizar esfuerzos. Se equivocan de medio a medio y no porque no tengan interés los acuerdos con las grandes universidades —que lo tienen, y por eso nuestra universidad ha establecido convenios con la mayoría de éstas—. En lo que se equivocan es en no valorar los convenios con los países emergentes, pues en ellos se da una tensión investigadora y creativa que puede cambiar radicalmente su posición en los próximos años. Además, es en esas relaciones en las que nuestra universidad tiene aparentemente más que ofrecer, en donde se gana el respeto internacional y donde cabe esperar una mayor rentabilidad social y científica.

Ahora bien, el caso que nos ocupa es el de una relación complicada, con un país de cultura y tradición muy diferentes a las nuestras a pesar de que a ambos nos una la riqueza de un pasado glorioso (el Imperio Persa tuvo una repercusión comparable a la Edad de Oro de España) y la realidad de una sociedad inquieta, que busca su lugar en el conjunto de las naciones. No me sirven de nada los recelos internacionales entre los gobiernos de Irán o de EE UU, más allá de las políticas concretas y de los gobernantes, lo que las universidades tratan de armonizar son las prácticas docentes, las ideas científicas y la forma de convertir el conocimiento en desarrollo para nuestros países y para la humanidad.

No lo dude nadie: la firma del convenio IKIU-Universitat de València se hace con el pueblo y con la comunidad universitaria de Qazvin, con el ánimo de compartir nuestros medios, nuestras ideas y nuestros proyectos de futuro y nada supone de apoyo a un gobierno concreto o a unas prácticas determinadas. Es cierto que las diferencias culturales entre las distintas sociedades obligan a ser prudentes a la hora de analizar muchos actos y decisiones. Es evidente que desde la cooperación, desde la amistad, es como mejor se puede influir para que las sociedades sean cada vez más justas e igualitarias, para avanzar en un mundo sin fronteras, sin marginaciones por razones de género, raza, cultura o religión.