La situación en Europa nos debería de preocupar mucho más que Belén Esteban, asegura muy temprano, es decir, con las ideas aún frescas por recién levantado, Joaquín Leguina, el crítico, así anunciado en Espejo público. Hacía tiempo que no veía a este hombre, que no lo escuchaba, aunque sabía que lo llevan a algunas cadenas para demostrar que son plurales, es decir, que si el resto de tertulianos machaca a Zapatero y su Gobierno sin piedad, Leguina lo hace con más tacto. Supongo que hay que mantener el calificativo crítico, así que Leguina no puede, o no debe, salirse del guión que se espera de él. Tanto es así que, por primera vez en la historia del mundo, descubro que Miguel Ángel Rodríguez, el vocero de Aznar, sabe escuchar, incluso mover la cabeza dándole la razón al que habla. Entre los dos me ponen loco.

El Crítico llega a un punto en su papel que, sin justificar los hechos, dice que tampoco hay que perder la cabeza con lo que piensa el alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, de los morritos de la ministra Leire Pajín. Miguel Ángel Rodríguez va más allá. Y dice que como el alcalde es del PP, la izquierda progre, dicho con asco y bilis, ataca al pobre hombre —eh, un momento, le interrumpe Leguina, yo no soy progre, soy progresista—. ¿Hay razones objetivas que sustenten la opinión del tertuliano? Por supuesto. Él las ve en la negativa de algunos titiriteros, que estaban en la Semana de Cine de Valladolid, de saludar al alcalde como reproche por su machismo tabernario. La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, la directora Icíar Bollaín, o el actor Eduardo Noriega, entre otros «progres» de pacotilla, evitaron al primer edil. Pobre. De verdugo, a víctima.

Veo la secuencia de la llegada de la ministra al claustro del Colegio de Santa Cruz, cuya remodelación se inauguraba aprovechando su presencia en la ciudad para lo del cine, en el Telediario de TVE, en el de la noche, en el de Pepa Bueno. Y sí, evita al alcalde. Se dijo en la información. Pero Miguel Ángel Rodríguez no tiene bastante. En RNE no se ha dicho nada, aseguró tronante, es una desfachatez, una prueba de la manipulación de los medios públicos, un asco al servicio del Gobierno. Eh, un momento, matizó Leguina el Crítico, lo han dicho, lo han dicho, yo lo he escuchado. Bah, una casualidad, concluye el rabioso MAR, que seguro estaba encantado con la independencia informativa, con el rigor y la credibilidad de su gloriosa etapa, cuando dirigía el cotarro el adalid del mejor periodismo, el enjuiciado por manipulador Alfredo Urdaci. En la etapa de Aznar, una certeza la resume, la condena firme por manipulación informativa de TVE. En la actual etapa, con Fran Llorente como director de informativos, un premio, otro más, como el segundo mejor telediario del mundo, el que presenta y edita Pepa Bueno. Ella lo tiene claro, sabe por qué. Y lo dice, y nadie le tira de las orejas, «tenemos la responsabilidad de atender a ciudadanos, no a políticos». La periodista Letizia Ortiz, hoy Princesa de Asturias, se llevará a la tumba los sapos venenosos, como los que el domingo pasado acariciaba Frank Cuesta, conocido en Cuatro como el de la jungla, que tuvo que tragar. Nada de eso vimos, ni falta que hacía, en la miniserie de Telecinco Felipe y Letizia. No era el tema.

El tema es el cuento de hadas de la plebeya que sale de un pisito y llega a un palacio. ¿Vieron la cosa? Contra todo pronóstico, la mejor, Amaia Salamanca. El Rey, Juanjo Puigcorbé, está pa matarlo. Ni caricatura ni leches. Malo, malo con glotonería. Pero si hasta Marisa Paredes es obligada a hablar raro. No me digan que tanto él como ella hablan así, como si tuvieran paja en la boca, porque el rey Juan Carlos habla así y la reina Sofía habla así, con media lengua. Para parodia de humorista, vale, cualquiera de los cómicos conocidos borda al monarca, pero una serie es otra cosa. El director, el muy entendido Joaquín Oristrell, acertó si lo que quería era que nos partiéramos la espalda riéndonos de esas majestades de guiñol. Mejor, mucho mejor, la Letizia sin anécdotas de habla y gesto de Amaia Salamanca, la más creíble, al menos, la menos risible. ¿Y de la guerra que emprendió Telepringue contra Antena 3, es decir, los principitos contra los rudos luchadores de Hispania? Ganaron los viriatitos, los romanitos, los decoraditos, las peleítas. Si el rey de Puigcorbé jamás superará al que defendió Lluís Homar en 23F, el día más difícil del Rey –TVE-, al hispanito Juan José Ballesta también se le va el habla y no hay forma de creerlo, porque un cheli en Lusitania es avanzar mucho los siglos. Al chico sólo le faltaba decir, eh, tío, tronco, dame la espada, me voy a la keli del romano y le corto la napia.

Ninguna de las series pasará a la historia. María Dolores de Cospedal, la mentirosa y la hipócrita, tampoco. La secretaria general del PP, el partido de los trabajadores, según la frase memorable de la cínica, gana un pastón, más de 240.000 euracos al año, entre pitos de senadora y flautas de secretaria general. A mí me parece poco. Personaje tan imprescindible para la vida de los ciudadanos de este país de envidiosos y fracasados, que se retuercen de furia porque apenas llevan a casa los 400 eurillos de mierda que les da el Gobierno, ha de estar bien pagado. Quien no gane tanto como ella, que se mire por dentro, por algo será. La veo detrás del atril, ante un decorado azul con gaviotas al aire, agarrarse a lo obvio, que ella ha hecho su declaración de bienes más transparente del planeta.

Por supuesto no atiende a las razones de la perplejidad colectiva, esa del salario de mierda común frente al estipendio de la servidora pública. Total, que la risueña señora viene a decir que la culpa es nuestra. Chavela Vargas, aunque en sentido mucho menos prosaico, a la que sacan en La 1, lo dice clarísimo, como el nombre de su último disco, Por mi culpa. ¿Será de verdad nuestra culpa tanto tramposo suelto, tanto impostor a sueldo? ¿A quién preguntar, si hasta el adivino pulpo Paul nos ha dejado?

¿Defensora?

Hay que reconocer que Telepork le echa imaginación y jeta al asunto. La última movida entre el atrevimiento descarado y la comicidad sin límites —hasta la próxima ocurrencia— es el nombramiento de, ojo, léanlo con atención, Defensora del espectador de «Sálvame» de María Teresa Campos. ¿Defensora del espectador? Una defensora del espectador en «Sálvame» es como un ratón rodeado de quesos. O se los come, o juega con ellos.