Si Dios no lo remedia, Francisco Camps se convertirá en el Álvarez Cascos valenciano para buscar perpetuarse en el poder mediante la fórmula regionalista que él mismo ha venido cultivando para desmontar el valencianismo político. Camps quiere sucederse a sí mismo y la andanada ya la recibió Rajoy hace meses. Génova nada como puede en las aguas turbulentas del marenostrum popular, sorteando todos los elementos. La calificación del Ministerio Fiscal en el que se propone la condena del presidente de la Generalitat Valenciana como autor de un delito continuado de cohecho ha precipitado los acontecimientos y Camps fuerza su nombramiento como candidato mediante la fórmula de la adhesión inquebrantable de los que, acto seguido del acto genuflexo, echan pestes de su jefe.

Génova sabe que el PP en Valencia ganaría por sí mismo y por la inestimable colaboración del peor presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero. Camps es perfectamente prescindible. Cualquiera puede ser recambio. Rajoy se la juega en marzo del 2012 y Camps, la corrupción y el endeudamiento institucional serán eficaces armas arrojadizas contra la candidatura de quien aspira a gobernar España con una mayoría libre de las servidumbres e hipotecas de la rapiña nacionalista. El PP se juega en y con Camps el tener que gobernar en 2012 por sí mismo o tener que pagar el peaje al que nos tienen acostumbrados vascos o catalanes.

Por eso, sea o no definitivamente candidato Camps, y ante la más que previsible condena de todo un presidente de la Generalitat que está dispuesto a no evitar a su pueblo la humillación del banquillo del procesado, o por los trajes o por la financiación irregular, sólo nos queda entonar una oración por su alma y por el futuro de todos los valencianos. Et lux perpetua luceat eis. Requiescamps in pace. Amén.