Aquí huele a muerto y, por una vez, parece ser que el que muere por seppuku es el propio Zapatero, que en acto de autoinmolación prepara su dimisión para salvar los últimos trastos del partido socialista. ZP tiene en su haber no sólo el hundimiento de España, sino el de su propia organización política, que recibió 11,3 millones de votos en 2008 y que en estos momentos superará con dificultad los 7 millones. El PSOE y España entera sangran a borbotones por una grave herida llamada ZP que, parece ser, empieza ya a darse cuenta de su carácter nocivo y lacerante.

Aunque sólo sea para no pasar a la historia como el enterrador de su propio partido, Zapatero prepara su salida del Gobierno con el fin de insuflar oxígeno a sus candidatos, que tienen el papelón de enfrentarse al peor de los escenarios del socialismo desde la restauración de la democracia. Borrar el nombre de José Luis Rodríguez Zapatero supondrá un margen de maniobra electoral para que el PSOE no pierda capacidad de movilizar a sus bases, que, en estos momentos, reniegan de él tantas veces o más de las que Pedro lo hizo de Jesucristo.

El haraquiri de ZP será el sacrificio con el que el PSOE pretende conjurar los males de la profecía, pero, ni aun así, los dioses del socialismo pagano se sentirán reconfortados después de ocho años de gravísimas irresponsabilidades y errores.