Opinión

El primer 23-F fue en el XIX

Rafael Arnanz

Creemos que sobre el 23-F, se ha dicho todo (casi). Y si algo no se ha dicho tardará aún decenios en saberse y decirse, y no creemos que pueda ser relevante. Recordando que el último gran libro sobre el tema es de Cercas, Anatomía de un instante, publicado en el 2009. Sería pertinente aquí y ahora, concitar otra memoria, otro recuerdo, de una asonada, pronunciamiento, o golpe de Estado, también militar (¿son posibles de otra forma?), que tuvo de escenario Valencia: el del general Elío, que solo fue aquí. Pero esta coincidencia, que no fue más que tal, como un fatum más, no debe hacernos creer que vivamos en una tierra de absolutismos, autocracias o propiciante de dictaduras. Y a este respecto, además de lo que se dirá, recordemos que Elío era pamplonés y el general Milans del Bosch, tampoco era valenciano.

Lo que sí es cierto es que Elío es el primer golpista del XIX y por ello quizás de la atribulada historia de España. Y con él se daría la primera muesca o cuenta de un rosario. Y ningún sustantivo como éste de rosario, más adecuadamente cabal y pío, pues que el fundamentalismo religioso inquisitorial, y esto último avant la lettre, se materializó son la abrogación de la Constitución de 1812, la primera española, aprobada en las Cortes de Cádiz. Y para esa abrogación, el plinto se lo puso Elío al gran felón Fernando VII, a su regreso del secuestro napoleónico, que lo hace por Valencia y no por el camino natural que debiera y que además la Regencia le indicó, quizá conocedor del apoyo golpista de Elío.

Con su triunfo, el del golpe, se restablece la Inquisición, que Cádiz, en su Constitución había extirpado. Por cierto, al amparo de este restablecimiento cabe recordar que es aquí donde se celebra el último auto de fe, que tuvo como presa y víctima al maestro de Russafa, entonces aún no incorporada al cap i casal, Cayetano Ripoll, y que fue el último victimario eclesial, como se dice, ahorcado y quemado como consecuencia de todo esto. Pero la escenaridad valenciana de estos dos golpes, el de Elío y el de nuestra época, no ha sido la única si computamos también el de Sagunto, que de golpista tuvo al general Martínez Campos, para restaurar la monarquía con Alfonso XII, el ancestro del rey actual.

Cabría subrayar que Valencia capital o Sagunto no pusieron más que el topos, el escenario de esas representaciones, casi en su sentido teatral, que son los golpes, a la manera que en un teatro lo definidor no es el continente, sino el contenido: la obra. En nuestro caso, el golpe de Estado con su director de escena (el general de turno). Y diríamos más. En el golpe de Primo de Rivera, siendo capitán general de Barcelona, contó, además de con la anuencia de Alfonso XIII, con el apoyo de la burguesía catalana, y los terratenientes andaluces, cosa que no puede decirse del golpe de Milans del Bosch. Pero volviendo al ahora, en el que se cumple el treinta aniversario del 23-F, sí que casi es un un baldón, o directamente lo es, que Elío no tenga una calle dedicada en su Pamplona natal y si aquí; y lo que es peor, que aún siga esa rotulación. Pero esto que se lo pregunten a doña Rita, la Memoria Histórica y hasta al Consejo Jurídico Consultivo.

Porvenir

Sin pretender ser optimista con el porvenir público de España, pues nada hay presagiosamente positivo para ello, en lo que respecta al golpismo sí cabe profetizar con bastantes posibilidades de acierto, que podemos descartarlo de nuestro futuro. Porque de los tres poderes fácticos —la Iglesia, la banca y el militar— solo éste ha quedado enmarcado en una normalidad democrática, lo que obviamente de los otros dos no puede asegurarse, entre otras razones porque son transnacionales: no hay ruidos de sables, pero si frufrús de sotanas y de los mercados incontrolables. Pero eso es otra historia.

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