Es verano y hace calor, como siempre ha sucedido en verano, incluso antes del cambio climático. Julio y agosto no son meses para preocupar a la población más de lo que está, aunque también se le podría angustiar más. Pero, ¿para qué? Escribió Julio Camba cuando lo enviaban a San Sebastián de corresponsal de verano que todos los años desarrollaba los mismos temas, fijos. El del chirimiri, el del Casino, el del chacolí, el de las traineras o el de la familia real.

Han transcurrido más de ochenta años y el verano no da mucho más de sí. Tampoco el invierno, ni la primavera, ni el otoño. El tedio de la vida, por obvio, no pertenece a ninguna fase meteorológica. Es una estación única, desde que se nace hasta que se muere. Al igual que fenecen por su uso los aparatos electrodomésticos (la lavadora, la encimera o la nevera), del mismo modo, el ser humano calla para siempre cuando se ha estropeado, no tiene reparación, y no le es útil ni rentable a la sociedad. Es un electrodoméstico.

Tal vez, el tenebroso párrafo anterior no sea veraniego (no lo es), porque hay otras cuestiones más características de julio-agosto al estilo de Georgie Dann. Vamos a mencionar algunas, al tuntún. Ligeras. Estivales.

Es el caso de un anuncio de Bankia: «Hazte bankera». Se ve en la foto a una encantadora mujer de hoy, urbana, de clase media-alta, con estudios, amante de las películas de Angelina Jolie y Johnny Deep, perfil en Twitter o Facebuk —como dicen mis amigos peluqueros— emprendedora, de unos 33 años, la edad sublime de la mujer (aunque no sea emprendedora ni aspire a ello) y fascinada, probablemente, por Shakira y el grupo Coldplay. Todo correcto, en estos tiempos de analfabetismo musical.

Pero, ¿cómo la antigua Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia (trabajé 21 años en aquella benemérita institución), y después Bancaixa (integrada, o desintegrada, según, en Bankia) autoriza que «bankera» figure con k y no con q (banquera), despedazando el idioma e incluso enviando un guiño a los okupas, al 15-M y a las kedadas para el botellón? Emili Tortosa, director general que fue de Bancaixa, persona culta y cinéfila (léase Converses amb un directiu compromés, de Adolf Beltrán) jamás hubiera autorizado tal atentado al idioma. ¿O acaso sueña Bankia en que escribiendo bankera con k van a comprar acciones las y los okupas, los y las portavoces de los indignaos/as, los/las kedados/as del botellón, y hasta Teddy Bautista, en sus horas bajas de la SGAE?

Pero hay otro tema conexo, y veraniego, porque es verano, con Bankia y Bancaja. Emili Tortosa, nacionalista mesurado, adscrito ideológicamente al sector cristianos por el socialismo de Alfonso. C. Comín (léase, a pesar del estío y de la sensación térmica su libro Por qué soy marxista y otras confesiones) solía referirse, como todos quienes, per tot arreu, participan del mismo credo, de un «projecte de país», el País Valencià. Y ahora mismo nos ha aturdido el candidato del PSOE (Rubalcaba) a las próximas elecciones generales afirmando que también tiene un «proyecto de país». Ha explicado en qué consiste y no es el mismo que el ya citado «projecte de país».

La confusión aumenta. ¿Qué está sucediendo en España? ¿Cuántos proyectos de país hay? ¿Son los parlamentos de Extremadura, La Rioja, Murcia, Bellreguard, la Comunitat Valenciana, Asturias, Navarra, Yecla, el Moncayo, Madrid, Andalucía, Torremolinos, Villar del Arzobispo, Galicia, las Portillas de Padornelo y La Camba o Sueca representativos de un solo país o una enriquecedora amalgama de varios países hasta ahora sojuzgados? La sensación térmica («los termómetros marcan 31 grados, pero la sensación térmica es de 47 grados», se emite en la radio) nos impide responder.