En términos de responsabilidad política, el Partido Popular no puede mirar hacia otra parte ante el procesamiento de Francisco Camps, presidente de la Generalitat Valenciana. La política se rige por criterios y códigos diferentes a los de la Justicia. El César, amén de honrado, debe parecerlo.

En ese registro, el silencio de Mariano Rajoy, líder nacional de los populares, resulta chocante. Quien ha pedido explicaciones y la dimisión de otros políticos sin siquiera estar procesados (caso de Manuel Chaves) debería comparecer ante los ciudadanos para zanjar las dudas que genera su silencio. Dudas que amparan la idea de que una afasia tan prolongada sólo puede encontrar explicación en que Camps le tiene atado de manos porque en el fondo oscuro del caso Gürtel se esconde una trama de financiación irregular del PP valenciano. La pretensión de algunos dirigentes populares de que la reelección de Camps (por mayoría absoluta), le absuelve de cualquier responsabilidad penal y política (eventual inhabilitación para ejercer cargo público), resulta inadmisible en una democracia. Por desgracia, este tipo de conatos contrarios tanto a la legalidad como al decoro, tienen precedentes en España.

Cuando la justicia investigó a Jordi Pujol por el asunto Banca Catalana el entonces presidente de la Generalitat se envolvió en la bandera catalana acusando al Gobierno central de «haber hecho una jugada indigna». Y, ¡qué decir! del coro de dirigentes socialistas que intentaron deslegitimar al juez Marino Barbero cuando instruía el sumario del «caso Filesa», por la financiación ilegal del PSOE. Los políticos no están por encima de la ley. Cualquier actuación en ese sentido es intolerable. Por eso, creo que Mariano Rajoy debe emplazar a Camps para que dimita. Si no lo hace, su discurso de la regeneración ética que necesita la política española se quedará en nada y, en vísperas de unas elecciones cruciales, perderá algo más que la credibilidad. No se puede estar todo el día dando caña (con razón) a Zapatero y mirar para otro lado cuando le preguntan por Camps. Aunque así lo crea la señora Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, las urnas no son el Jordán.