La última tarde del maestro Vicente Barrera en la plaza de su vida, la de su Valencia, llegaba precedida de nubarrones políticos. Su admirado presidente Paco Camps había dejado el cargo sólo 24 horas antes y el torero, militante con publicidad, afrontaba su despedida del coso con el regusto amargo de la crisis popular. Por fortuna, con el traje blanco y azabache elegido especialmente para la ocasión, el maestro hizo puerta grande con el empuje de público y presidencia, puerta del tamaño que Camps había querido para sí el día anterior pero que tendrá que esperar al resultado del jurado en otoño. Dos amigos, dos puertas, y los dos salen. Llegan otros dos. A rey saliente, rey puesto. Alberto Fabra y José Tomás (el torero, no el sastre). El primero llega para quedarse. Rita Barberá le dijo otra vez no a Rajoy. El segundo llega con cotizaciones de hasta 1.200 euros una entrada. Y luego se va. Una barbaridad. A ese precio es imposible disfrutar un espectáculo lo suficiente.