Alabanza de la nueva milicia». Así reza el subtítulo de un manifiesto de 1.518 páginas. El título dice: «Una declaración de independencia europea». Antes, una cruz roja templaria domina la primera página. La última de la introducción, con la firma «Andrew Berwick», nos propone el cargo: «Caballero justiciero y comandante de los caballeros templarios de Europa, y uno de los muchos líderes del movimiento de resistencia patriótico paneuropeo». Antes todavía de esta cruz, una fecha domina el manuscrito: 2083. Este es el título más importante. La clave la ofrece este pasaje: «Sólo tenemos unas pocas décadas para consolidar un nivel suficiente de resistencia». Sin duda, en esa fecha va encerrada una clave apocalíptica. Para entonces, o condenados o salvados.

Nada en este libro ofrece una idea de locura. La constitución psíquica de la personalidad de Berwick es de otra especie. Todo aquí pretende ser lógico. Su conocimiento de la tradición filosófica del siglo XX es superior al de un ciudadano medio, y su forma de expresarse es objetiva, fría y racional. En realidad, no está exento del buen sentido nórdico. Se ha entregado a un tarea que tiene rasgos heroicos, desde luego, pero no olvida computar lo que le ha costado «su libro». Han sido nueve años de su vida y ha dedicado los primeros cinco a estudiar y crear una base financiera y los tres últimos a investigar, compilar y escribir. No sólo tiempo: también ha computado los gastos en dinero. Han sido 317.000 Euros, 130.000 de sus ahorros y 187.500 que dejó de ganar durante los tres años. Así, el libro ha generado en él la extraña sensación de que se estaba sacrificando por los europeos.

Todo es así de frío y de racional en estas páginas. Incluso su decisión de no emplear más recursos. Reconoce que su inglés no es la lengua materna y pide voluntarios para corregirlo. Reclama traductores al francés, alemán y español. Con un buen razonamiento técnico reconoce que resulta vital una «redistribución eficiente de esta información vital». Pero él ya no se ocupará de ulteriores tareas. El movimiento debe asumir la división de trabajo. Los candidatos a ayudarle quedan reconocidos y aludidos por él: «este libro será de gran interés para ti –dice–, si eres un nacionalista cultural conservador moderado o militante». En su análisis, la raíz del problema europeo es «la falta de auto-confianza cultural» o la «falta de nacionalismo». El tiempo preciso en que conviene situar esta desdicha ha sido identificado por Berwick: 1945. Desde entonces el mal no ha parado de crecer. La batalla de la propaganda la ha ganado el enemigo porque ha logrado hacer creer a la mayoría de la gente que si abraza «estos principios, irrumpirá inmediatamente un nuevo Hitler».

Como muchos profetas, Berwick no ha sido capaz de darse cuenta de hasta qué punto llevaba razón. La coherencia entre su teoría y su praxis es completa, fría, lógica y total. Su enemigo, dice, es la corrección política europea, cuya aspiración fundamental la cifra en «deconstruir la identidad europea, las tradiciones, la cultura e incluso las naciones estado». Muy al día de los métodos genealógicos de Foucault, sugiere que no se puede entender el triunfo ideológico de esta corrección sin identificar su génesis. Él la sitúa en Lukács y en Gramsci, lo que le permite asegurar que el comunismo es la fuente misma de este mal, ahora completado con el relativismo cultural y el multiculturalismo. La consecuencia que extrae es que se debe buscar el lugar donde se conciten marxistas y multiculturalistas. Y hacer justicia. Sencillamente. ¿Están en las oficinas del gobierno? Pues a volar el gobierno. ¿Están en las escuelas del partido laborista noruego, donde jóvenes noruegos socialistas, musulmanes y cristianos, preparan de forma responsable su integración en la sociedad? Pues a matarlos a todos.

Analizamos ideas muy peligrosas que ya están en boca de muchos. Berwick ha mostrado su lógica perversa. ¡Europa, despierta! No habrá excusa. Siempre has sido avisada a tiempo.