Los datos que arroja la Cuenta General de la Generalitat dibujan un panorama mucho más sombrío de lo que pudira preverse. Ya no es sólo que las deudas alcancen dimensiones multimillonarias, sino que los impagos llegan a extremos escalofriantes: los avales a empresas públicas llegan, por si solos, por ejemplo, a los 5.000 millones de euros. El poco efectivo del que consigue disponer el Consell se va fundamentalmente a pagar salarios y amortizar deuda. Pero los plazos que vencen este año en algunos organismos y empresas públicas son tan elevados que es una incógnita de dónde podrá obtener fondos para afrontarlos. La refinanciación parece hoy por hoy una opción absolutamente descartada por el cierre de los mercados. La caída de ingresos vacía aún más la caja. Y el nuevo techo de déficit pactado entre PSOE y PP acota también las transferencias del Estado. Esto pinta mal.