Durante un cuarto de siglo, Bromera ha hecho honor a su nombre. Ha subido como la espuma hasta convertirse en la marca de referencia de la edición en valenciano. Una vez desaparecida esa textura inicial gaseosa y evanescente, propia de un proyecto que emergió con más ilusión que realismo frente a una sociedad que marginaba la mayoría de iniciativas concebidas en lengua autóctona, debemos felicitarnos de que hoy celebre su aniversario convertida en una ­realidad sólida y consistente. Sufre, como cualquier otra empresa, los rigores de la crisis económica y las convulsiones que provoca la revolución digital, pero 25 años después se ha transformado en un modelo de gestión para el sector y en un faro de irradiación cultural que presume de haber publicado más de 1.800 libros en valenciano y otros setecientos en otros de sus sellos editoriales. Su éxito, asentado en la lectura asociada al universo docente, ha permitido no sólo fomentar la producción literaria autóctona, sino consolidar un mercado con una generación que se ha formado con sus manuales, ha disfrutado con sus narraciones y, en algunos casos, ha acabado incrementando la nómina de escritores de una editorial que acoge a 400 autores en 40 colecciones. No es poca cosa en un contexto social que sigue mostrándose esquivo frente a las letras. Los índices de lectura son paupérrimos y las perspectivas, poco alentadoras. Que, además, haya sido capaz de promover, y mejor aún de mantener, su independencia sí que es de libro. Algún día lo editará Bromera.