Es un triunfo compartido. Algemesí es, literalmente, una fiesta. Lo es cada 7 y 8 de septiembre cuando exhibe esa colección de costumbres, sentimientos y emociones que se desata en los desfiles procesionales de la Mare de Déu de la Salut y lo fue ayer al conocerse que la Unesco ha otorgado a los festejos el rango de Patrimonio de la Humanidad. Fue, más bien, una alegría contenida, porque la celebración oficial no llegará hasta el 8 de diciembre, aunque la basílica se llenó a mediodía de ayer de inevitables muestras de júbilo. La declaración supone un reconocimiento internacional para una de las muestras más representativas de la cultura valenciana y una justa recompensa al esfuerzo colectivo de cientos de ciudadanos que mantienen viva un tradición secular perfectamente retratada en la Muixeranga, cuyas torres humanas simbolizan la suma de laboriosidad, solidaridad y sacrificio sincrónico que les empuja cada año a señalar metas más altas. Para calibrar la dimensión exacta del éxito obtenido con tales sinergias baste subrayar que ha logrado la declaración de Patrimonio de la Humanidad mucho antes que otras manifestaciones populares de mayor volumen. Hoy Algemesí puede presumir de añadir su nombre al de otros símbolos identitarios como el Misteri d´Elx, el Tribunal de las Aguas o la Lonja, que también han sido distinguidos por la Unesco. Y lo hace por méritos propios. Por ensalzar su folclore, por dejar que sus objetivos los marque cada año la altura que alcance la Muixeranga y por entrelazar sus brazos hasta conseguirlo.