El flamante ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, y el no menos flamante vicepresidente de la Generalitat, José Císcar, coincidieron ayer, por separado, en comparar la necesidad de hacer recortes en el gasto público con un enfermo de cáncer que recibe tratamiento de quimioterapia. «Al principio el enfermo está más débil, pero la quimio es lo que hace falta para salvarse», decían repitiendo quizás el argumentario del día. Margallo, que hizo ayer un ejercicio de ubicuidad para confirmarse como el ministro más valenciano, ha caído en Exteriores, pero lo que realmente trabaja es la economía. «Más exportar a China y menos Alianza de Civilizaciones», parece ser su máxima, con el empeño puesto en que el Servicio Exterior se convierta en una herramienta al servicio de las empresas. Es un tiempo nuevo, y él se lo marca con un reloj que no será, pero parece de mercadillo. Mejor. Hasta ahora los relojes de los altos cargos eran piedra de escándalo.