El invierno hace como Rajoy, no mostrarse. Prueben en Twitter. Claro que, por lo que he visto, ya casi puedo formular una ley general: no teman por nada de aquello con lo que nos metimos miedo nosotros mismos y prepárense para conocer la profundidad y extensión de los males que no se anunciaron o lo hicieron a través del clásico sonsonete sindical, esa forma oratoria emparentada con el zumbido de la mosca. Quiero decir que no van a poner curas en la sobremesa televisiva a predicar acerca de las virtudes teologales y el pecado, como hace el régimen de los ayatolás, ni es probable que en el matrimonio homosexual cambien otra cosa que el nombre (si lo cambian), ni que reduzcan los supuestos del aborto sin abrir antes un coladero derivado hacia la sanidad privada.

En cambio, ya han congelado los sueldos y el salario mínimo, aumentado los impuestos y el IRPF y subido el gas natural. No me extraña que Ana Botella haya fichado al cónsul neoyorquino Fernando Villalonga como animador cultural: va a hacer falta mucho entretenimiento y puede que este valenciano imaginativo se suba él mismo al trapecio, aunque ya estemos un poco mayores para las mallas. En fin, que sé todo esto no sólo porque leo los periódicos —varios, mea culpa— sino porque estoy muy atento a las señales del cielo, soy panteísta. Y la bóveda turquesa del día de Año Nuevo era un templo de luz no usada y aire apacible. Crecían los huertos urbanos de alquiler en Alboraia, han brotado flores blancas en los almendros de la Vall de Laguart y en los cruceros de mi rosal aparecen botones nuevos mientras amarillean las hojas viejas.

Nosotros hemos salido poco, pero a cambio hemos recibido mucho en casa y celebramos el fin de año al mediodía de los Santos Inocentes en casa Tonino, ya digo: está todo muy revuelto. Tampoco veo calamones (gall de canyar) en el Carraixet. El cálamo es un instrumento de escritura ¿Crisis literaria? Tonterías, quien tiene algo que decir, lo dice en cualquier régimen. Los políticos son género perecedero: como las peras limoneras.