Copio, para este artículo, un título magistral: "Les dones i els dies", una selección de poemas de Gabriel Ferrater, elaborada por el autor y traducida para "Seix Barral" por Pere Gimferrer, José Agustín Goyotisolo y José María Valverde. La edición ya es vieja, como todo lo bueno, y excelente su lectura, como casi todo lo que merece perdurar. "Segurament serà com ara. Estaré despert,/ aniré amunt y avall pel corredor. Com un minador/ que surt d´un pou, em pujará/ des del silenci de tota la casa, brusc,/ el ronc de l´ascensor/ (…) que entrin aquests, a qui ho hauré de dir tot." Como todos ahora colvemos a hablar catalán en la intimidad, no hace falta traducir estos versos de un breve pero inmenso poema titualado "La vida furtiva."

Ferrater es un poeta olvidado, un intelectual ninguneado, una especie abortada de nuestra tradición cultural, española, catalana, internacional, por aquellos que están empeñados en dibujar los límites de lo ilimitado. Ferrater era un dios mediterráneo, un escritor universal que escribía en dos lenguas universales, el catalán, primero, y el español, después. Fue la esencia de los grandes aciertos de Carlos Barral como editor, y de alguno de sus errores. Pero fue un tipo genial, hasta en su sucicido: utilizó una bolsa de basura. El catedrático Jesús Mosterín nos contaba a sus alumnos, yo entre ellos, cómo lo había recogido alguna vez entre los escombros de la calle Tallers, detrás de la antigua redacción de "La Vanguardia" y muy cerca de la coctelería "Boadas".

Ya no quedan héroes, ya no quedan poetas, ya no quedan líderes, ya no queda nada. Pero los versos permanecen, la palabra escrita, comos sea, perdura y la memoria individual debería de repercutir en colectiva para que seamos capaces de repetir los versos de poetas como Gabriel Ferrater.

Cuando las voces del anticatalanismo rampante rugen más que nunca, leo, también más que nunca, al poeta de Reus, porque "Véns d´on no recordes,/ mires endavant,/ i vols fer una sola/ neta transparència."