E l albedo es la cantidad de radiación solar que es devuelta a la atmósfera tras chocar con una superficie. Esta cantidad de radiación que se refleja varía según la naturaleza de la superficie con la que chocan los rayos solares. Cuanto más blanca sea dicha superficie mayor cantidad de radiación se reflejará. El término albedo procede del vocablo latino «albus» (blanco). La mayor cantidad de albedo en la radiación solar se registra en la atmósfera por efecto de las nubes, debido a su color blanco o próximo a él. Por su parte, la cantidad de radiación que refleja la superficie terrestre supone un 4% del total que llega del Sol. Este albedo terrestre es muy elevado en superficies heladas o con nieve, así como en los desiertos, mientras que es bajo en los océanos y en los bosques, por sus tonalidades más oscuras. Y aunque pueda parecer un valor pequeño, cualquier cambio en esta cantidad puede alterar de forma notable la temperatura de la superficie terrestre. Recientes investigaciones han demostrado que los cambios en la tonalidad cromática de los suelos pueden suponer cambios significativos en la temperatura de las zonas afectadas. Así, el deshielo de un glaciar o el derretimiento de una cobertura importante de nieve en las zonas polares puede contribuir al aumento de la temperatura a gran escala. Por su parte, la deforestación acelerada de bosques templados, que dejan desnudos los suelos, suponen un aumento del albedo por la tonalidad más clara de éstos últimos, un descenso de la radiación solar recibida —al reflejarse una mayor cantidad— y también de la temperatura en el área afectada. De manera que el incremento de bosques en las latitudes medias y altas puede producir el efecto contrario al deseado en el proceso de calentamiento planetario. Es decir, si se aumenta la superficie forestal con el objetivo de frenar el cambio climático (bosques como sumideros de CO2), al final puede resultar mayor el calentamiento debido al escaso valor del albedo en estas áreas boscosas y a la mayor absorción de radiación. Así lo están señalando recientes investigaciones llevadas a cabo en Estados Unidos, que atribuyen un papel más destacado de lo que hasta ahora se había señalado para el albedo planetario en los procesos de cambio climático.

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