Por si hiciesen falta más evidencias acerca del origen de las angustias económicas (y políticas) que nos acechan, el «Coloso de Fabra», que es como espero que se conozca a ese monumento al ego desmedido y al disparate presupuestario, aporta la guinda final. La escultura de Ripollés, escultor de gran crédito para las autoridades castellonenses, se inspira en el amado líder Carlos Fabra, presidente de la diputación antes e imputado hoy por varios delitos fiscales, para ofrecer una alegoría de las que cabe analizar con ayuda de la ciencia médica.

Al decir del propio artista, de la cabeza de Fabra —germen y esperma (sic) del nacimiento de la obra— saldrá un avión. Nada más apropiado si tenemos en cuenta que los aviones del aeropuerto inaugurado a bombo y platillo sólo se encuentran en la mente del instigador de esa obra a la que cabe llamar pública, ya que está hecha con dineros públicos. Resulta inútil a todos los demás efectos: ningún vuelo aterriza ni despega del aeropuerto de Castelló, situación que no parece que haya de resolverse en breve habida cuenta de que la empresa concesionaria de la explotación ha rescindido el contrato. Pero, faltaría más, el aeropuerto autista cuenta con un organismo, Aerocas, y su correspondiente consejo de administración que lleva cobrando sueldos desde el año 2003.

Lo único que había hecho Aerocas, hasta el momento, era organizar un torneo de golf y encargar campañas publicitarias carísimas pero su labor esforzada llega a la cumbre ahora al aprobar, a toro pasado, el «Coloso de Fabra». La escultura de la cabeza pariendo aviones tendrá veinticuatro metros de altura y ha costado 300.000 euros, una cantidad muy modesta, al decir de los gestores de Aerocas, porque el artista Ripollés ha renunciado a su caché. Yo habría hecho lo mismo de estar en su lugar porque la satisfacción de inmortalizar (aún más) al amado líder está por encima de tales minucias.

Cincuenta millones de las extintas pesetas son calderilla si se comparan con lo que cuesta hacer un aeropuerto y, por añadidura, la salud espiritual de la que gozaremos al contemplar la cabeza pariendo aviones cuadra muy bien con el detalle de que los viajes aéreos de Castelló sean sólo imaginarios. Algo bien importante ahora que nos suben el IRPF para poder pagar, entre otras cosas, los arrebatos valencianos y castellonenses. Quien se encuentre molesto por el mordisco que van a darle al hacer la declaración de la renta podrá deleitarse con la fotografía del «Coloso», uniéndose así al clamor que exigirá sin duda que sea considerado como una más de las maravillas del mundo. Ahí es nada: montar un aeropuerto horro de aviones, adornarlo con una cabeza que los escupe y conseguir que paguemos entre todos el invento. A ver si nos quitan un par de hospitales más y así se podrá construir una estación espacial con Fabra vestido de mister Spock y los ministros de Economía y Hacienda aplaudiéndole las gracias.