José Antonio Reyes, que acaba de volver al Sevilla en el que se hizo una estrella, posa con unas zapatillas de color amarillo a juego con el primer Ferrari que se compró, y que guarda chiquicientos caballos de potencia bajo el capó en el que se apoya el futbolista. Uno piensa, al ver la imagen, lo mal que está el mundo, que convierte en dioses a chavales de 20 años que solo saben jugar a la pelota. Son modelos sociales y lo único que les interesa es el último modelo de deportivo, ganar cientos de millones para tener a los 30 años dinero suficiente para vivir toda la vida. Y luego hablan de la burbuja inmobiliaria. Lo de los futbolistas como Reyes sí es cultura del pelotazo. Unas páginas más adelante hay dos fotos de la calle de Rosario en la que nació y se crió Leo Messi, con la fachada de su casa. La finca está totalmente cerrada por una reja de dos plantas de altura, posiblemente para defenderla de quienes la toman por un santuario. El mundo se ha vuelto loco... por el fútbol.