Bullirà el mar com la cassola en forn». No podía ser mejor el presagio del verso que el poeta Ausiàs March escribió hace 600 años para describir el lugar y el momento en el que se celebró la II Asamblea de Ciudadanos del Mediterráneo (ACM). Desde el Cercle ACM Valencia se desplazó hasta Túnez una comitiva encabezada por el eurodiputado Vicent Garcés para analizar el momento histórico en que bullen las dos orillas del Mediterráneo junto a otros 150 participantes de todos los países ribereños.

Durante tres días, políticos, académicos, periodistas, y profesionales de la economía y el derecho analizaron lo que une y lo que separa el mar Mediterráneo. Lamentablemente, son «malos tiempos para la lírica» –como dice la canción de Golpes Bajos– y, lejos de buscar lazos culturales, historia y tradición, los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto que la brecha es cada vez mayor entre ambos mundos. El Mediterráneo, un mar que ha acercado pueblos y ha abierto fronteras a lo largo de 4.000 años de historia, se presenta en estos momentos como el confín del mundo, de dos mundos que miran en direcciones distintas y contrarias, donde hallan la muerte quienes se adentran en él.

Los pueblos de Europa, con los ojos mirando al norte en una crisis identitaria sin precedentes... Y los del sur, tras unas revueltas de esperanza, dando la espalda a Occidente y a lo que sus valores representa después de unas elecciones en las que el pueblo magrebí al unísono ha votado mayoritariamente por el Islam. En el grupo valenciano, además de Vicent Garcés como miembro del Consejo Asesor de ACM, viajaban también con el Cercle Valencia el abogado y político socialista Manolo Mata y la sindicalista de CC OO Ofelia Vila, entre otros. Protagonistas de la transición española, llevaron hasta allí la experiencia de reconstrucción de la sociedad civil tras una dictadura. Porque ésta fue una de las líneas de actuación propuestas en las conclusiones: la estabilización del movimiento civil como base de una sociedad democrática. Y no sólo en el sur, porque en el norte también la crisis está provocando incipientes revoluciones que han levantando conciencias sociales largamente adormecidas. Como nexo de unión: la juventud. Los jóvenes han levantado barreras y han derrocado dictadores en la orilla sur. En la orilla norte, paralelamente se levantaba un colectivo de indignados que será el germen de la nueva Europa, la que camine hacia una unidad política, de nuevo exportadora de valores sociales.

En la recámara quedaron problemas sin resolver, como el sangrante tema de la inmigración que, en tiempos de crisis, Europa no ha sabido resolver; la creciente islamofobia, el desconocido papel de las mujeres en las nuevas sociedades islámicas del norte de África, las continuas amenazas golpistas, el fracaso de la multiculturalidad en Europa… Pero todo ello serán cuestiones a debatir en la próxima Asamblea, con la esperanza de que las velas y el viento cumplan nuestros deseos, por muy dudosos que sean los caminos en el mar.