Estoy contenta. En mi familia hemos logrado sobrevivir a las Navidades sin retirarnos la palabra lo que, dada la sobredosis de reuniones, preparativos y menús a tres bandas no está mal. Otros no han tenido tanta suerte. Una de mis primas, por ejemplo, ha quedado pariente con la hermana de su marido a cuenta de los entrantes de la Nochebuena y ella, que tiene más intrigas que Mata Hari, se ha tirado todas las fiestas poniendo a la cuñada a caer de un burro e intentando ganar para la causa al resto de la familia.

Estos días me acuerdo mucho de mi prima, y no porque tuviera que aguantarla dos horas despotricando sobre la porquería de gambas que se le ocurrió llevar a la otra a la cena, que también, sino porque no hay periódico, radio o tele, que no refleje las cuitas de la Familia Real, o a Jaume Matas calentándole el banquillo a Urdangarín, o artículos sobre el enfado de doña Letizia por el daño que los negocietes del cuñado puedan hacerle a la empresa familiar.

Mi prima no es tan glamurosa como Letizia, pero tampoco reconoce que lo suyo con su cuñada viene de lejos, de cuando la otra no la invitó a su despedida de soltera, aunque los motivos del mal rollo no parecen muy distintos, y es que, según decían en un especial en la tele, los desencuentros entre Cristina y Letizia vienen desde que esta última se negó a acoger en su casa a los padres de Urdangarín cuando estuvieron en Madrid en el bautizo de su nieta Irene. Como dice mi madre, en todas las familias cuecen habas. Ahora se han hecho dos bandos. Unos apoyan a su cuñada y otros a mi prima, que no pierde ocasión de repetir que lo de la roñosería de la otra es de siempre y que ella ya preveía lo de Nochebuena. Le ha venido bien, porque después de años tragándose los aires de superioridad de su cuñada y decenas de comidas familiares, ya no tiene que disimular más y ya puede ponerle mala cara a esa mala pécora. Me refiero a mi prima, aunque serviría también para Letizia que, según periodistas afines, vio llegar lo que se cocía en la fundación de su cuñado y por eso llevaba tiempo marcando distancias.

El caso es que no hubiera querido yo pasar este año las Navidades con la Familia Real aunque tampoco quise pasarlas con la familia de mi prima. Y es que, no hace falta ser princesa para saber que cuando hay fuego, lo mejor es apartarse.