La cartelera de la Comunitat es de rompe y rasga. En el Palau de la Música, el Ayuntamiento de Rita programa un ciclo de charlas sobre literatura inaugurado por Mario Conde. No está confirmado, pero tampoco descartado, que se extienda a Muñoz Molina una invitación para hablar sobre el acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos, lógicamente en el Oceanogràfic, antes de que Rajoy visite el país vecino y que el invitado para destripar en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias el futuro de los llamados grandes proyectos autóctonos sea el eléctrico analista Unai Emery. Tras constatar que el nuevo timonel de la Generalitat tiene intención de darle una vuelta de tuerca al contrato de la Fórmula 1, cómo no quieren que la alcaldesa de Valencia lamente que «vuelvan los enredos al pepé». Debe ser que cuando lo desliza la pilla optimista porque cuesta determinar en qué fase no los hubo. De hecho, el insigne invitado al Palau de la Música puso su novelada vida al servicio de la causa, a la que contribuyó abogando por el retorno al centralismo puesto que «las autonomías cuestan 150.000 millones anuales al Estado». Y eso que no las preside él, le faltó añadir.

Quien no podía faltar en esta relación en la que se dan cita grandes géneros —terror, fantástico y, sobretodo, comedia— es Radiotelevisión Valenciana y qué hacer con ello. La ventaja de Canal 9 respecto a otros sectores a sanear como el bancario es que no hay que crear un ente malo. Y se anuncia que en el sur continuará unos cuantos meses proyectándose «Un tranvía llamado deseo», tras un año ininterrumpido, correspondiente al tiempo que lleva la línea 2 del Tram muerta de risa mientras lo realizado se deteriora sin cesar. Un invento previsto para dar servicio a más de seis millones de usuarios anuales, entre los que se encuentran miles de estudiantes de la Universidad de Alicante, distintos barrios, el centro de la ciudad, el Hospital General y San Vicente del Raspeig. Falta Marlon Brando, pero es desde 2004.