El periodista balear Antonio Alemany le escribía los discursos a Jaume Matas, en horario de mañana y, por la tarde, se convertía en su panegirista en El Mundo: cobrando, ¿eh? No vayan a pensar que lo hacía por vicio. Jaume Matas «explicó —escribía Alemany— el armazón ideológico, conceptual y formal que subyacía a sus propuestas programáticas». Y eso mientras el expresident se reformaba, supuestamente con cargo al presupuesto autonómico, su palacete en Palma, cuando el resto de los humanos, si tenemos obras en casa ya hacemos bastante con retener nuestros impulsos homicidas o suicidas, según carácter. En cambio, ahí tienen al reo Matas, levantando un armazón conceptual, etcétera, mientras trataba con albañiles y contratistas. Hay gente muy edificante.

El Mundo, donde escriben algunos grandes columnistas, supuso, periodísticamente, el desembarco en España del estilo Fox, del estilo Murdoch: no permitas que los hechos te estropeen un buen desahogo y palo a los enemigos (los enemigos para este filántropo, que interviene teléfonos y huele braguetas, son una nómina muy amplia que incluye mariquitas unidos por el vínculo matrimonial, infrarrojos, sindicalistas suecos, ecologistas portugueses con o sin cámara de retratar o devotos del Islam). Naturalmente, el señor Murdoch está a favor de reducir esta plantilla, al enemigo también se le puede y debe rendir por hambre.

El estilo Fox ha cundido. Un periódico económico sacaba en titulares que los ingresos de los funcionarios españoles habían subido 25 veces más que los de sus compañeros europeos. El papelín se abstenía de señalar los últimos recortes, el punto de partida de cada cual y, sobre todo, la relación final entre ingresos y coste de la vida en cada país, eso quizás resultase peligrosamente instructivo. El discurso postmoderno de impugnación del concepto de verdad, los viejos nuevos filósofos y mi amigo Sánchez-Dragó fueron el justo castigo divino a los excesos del Vaticano marxista que tenía respuestas para todo y no hacía una mierda, pero los bocados de realidad son el mismo alimento del periodismo.