«La bonita» ya no existe. Al fin la derribaron. Cuando vi el vacío dejado sentí un vértigo, casi una náusea, provocada por los recuerdos que a la vez y a borbotones invadieron mi mente y casi me desmayo. Como si de repente una implacable segadora de las entrañas de la tierra hubiera cortado de un tajo certero y sin compasión, las raíces que diez años de mi vida habían dejado prendidas en ese lugar.

La desesperación, la impotencia, el abandono, las injusticias y abusos, las «okupaciones», los asaltos, los destrozos y robos sufridos en el largo período de expropiación y desalojo forzoso que padecimos los habitantes de ese pedazo de barrio histórico, destrozado y por fin derribado —«ad majorem Generalitatis gloriam»— volvieron todos juntos como los fantasmas de una pesadilla y me abofetearon y se rieron de mi derrota. ¿A quién se le ocurriría la peregrina idea de calificar a los políticos, como los que nos asisten en esta Comunidad, de «conservadores» siendo que son los mayores destructores de todo lo que la gente construye con su esfuerzo y tenacidad?¿Cuántos años de solar vallado nos esperan como nuevo paisaje urbano alrededor del IVAM? ¿Esperarán que se nos olvide que la ley de expropiación forzosa tiene unos plazos para el cumplimiento del proyecto de «interés o necesidad pública» que causó dicha expropiación?

Porque, para más inri, no se si ocurre con los demás vecinos expropiados, pero a mí no me dejan que lo olvide, ya que, a pesar de la desaparición del edificio, este año —al igual que los años anteriores desde la venta forzosa del inmueble— el ayuntamiento ha vuelto a pasarme al cobro el recibo de la contribución, como si siguiera siendo mío y como si siguiera exitiendo ese inmueble. Y al igual que cada año he tenido que volver a gestionar la corrección del error que siguen sin enmendar ambas instituciones implicadas en el cámbio de propiedad. Lo de «El proceso» de Kafka es una anécdota al lado de semejante surrealista situación, pues si tuviera que explicar paso a paso las peripecias pasadas, las gestiones con diferentes funcionarios, las visitas a distintas administraciones, las llamadas telefónicas, presentación de pruebas etc. etc. para evitar que me embargaran por el impago de esa contribución del inmueble inexistente, esto, en vez de un artículo, se convertiría en otra novela como la citada.

Puede que los vecinos realojados o compensados económicamente se hayan conformado ya y no quieran preocuparse más del futuro de su antiguo habitat. A mí sí me importa y estaré atenta y dispuesta a denunciar el incumplimiento si se diera el caso. Aunque podría pensarse: y, ¿qué más da? Y, ¿a quién le importa? Si la mayor de las desgracias y de las tristezas después de todo, es la pasividad y el «meninfotisme» de la gente que un día se afanó en construir lo que de un plumazo unos intereses espurios les destruyeron, acabando con su pasado y su futuro.

?Presidenta de la Asociación Aurora