Ahora que Valencia y Alicante empezaban a tocar bola con el turismo de cruceros, entrando en la selecta geografía de las escalas de los monstruos del mar, va un pelanas y hunde un buque con más de cuatro mil personas por acercarse demasiado a una isla para saludar de noche con las luces de todo el barco y las sirenas a todo trapo en lo que se conoce como «inchino». Las operadoras de los buques estarán negras con el capitán. No es para menos. Además de los muertos y los desaparecidos —una cifra milagrosamente baja para lo que podría haber pasado— y las molestias para los miles de pasajeros y sus familias —pérdida de equipajes, vacaciones arruinadas, etc.—, el suceso llega en plena campaña de promoción de cruceros para el verano. Los expertos dicen que la contratación se frenará un poco, pero rápidamente se recuperará. Al fin y al cabo, el siniestro se ha debido a la imprudencia de un manta y una semana de crucero es un plan estupendo a un precio accesible.