Su postura natural es muy deportiva: se acoda en la barra de cualquier bareto y repite sin cansancio el pánfilo ejercio de lenvantar vidrios. Cuando opina, pontifica, y cuando pontifica está convencido de que opina. El lunes levantó el vaso de tubo varias veces, a la salud de Manuel Fraga Iribarne. Algunos acompañaron su brindis. Otros, los menos, miraron hacia la calle, que estaba triste en casi todas partes, triste fría y lluviosa. Muy gallega, llegó a decir un político de pro y pro. Acorde con las circunstancias del deceso, manifestó el enterado. Quizás quería referirse a la asociación tópica y sempiterna de Galicia con la lluvia, el viento y la tristeza. Quizás. Pero como pontificaba, no creyó conveniente supurar reflexión aclaratoria: todo es una enorme e inmensa elipsis. En su caso, y en el de otros muchos que han escrito estos días de luto oficial, de amnesia colectiva, de insistencia en los méritos y de olvido de errores graves.

El enterado no admite sugerencias porque es la quintaesencia de ellas. Cualquier aserto se convierte en axioma y, en su caso, en predilección por el cierre definitivo de posibles debates. Su colofón preferido es siempre "y punto", seguido de un nuevo buche y/o de petición de relleno del vaso. El camarero, prudente, acuede solícito porque cobra y recibe propina. Es todo muy español, muy auténtico y de las JONS, muy racial y expectorante. Esta semana ha sido para él un esplendor en la hierba, una especie de auto sacramental que no por esperado ha perdido efervescencia. Porque el enterado está siempre muy atento a esa España que grita, a esa España que es la antiespaña, a esa ciudadanía que vive por la frivolidad mientras intenta curarse de su espanto, explicarse sus miserias y decirse simplemente un lánguido "mientras tanto." El enterado se ríe de los buscadores de cadáveres en las viejas cunetas, farfulla insultos y representa batallas que ni ha vivido ni le han contado. Fiel a su esencia, proclama que ya no quedan hombres como "ese".

(Sumario)

Esta semana ha sido para él un esplendor en la hierba, una especie de auto sacramental que no por esperado ha perdido efervescencia.