No hace tanto, en una entrevista concedida al Daily Mirror, Cristiano Ronaldo confesó que «puedo pasarme una hora delante del armario para elegir la ropa. Me gusta lucir bien siempre con buenos conjuntos y botas. Nadie viste mejor que yo entre mis compañeros». Por su parte, Leonardo Faccio, periodista y escritor argentino, autor del libro titulado Messi —el título parece indicar de qué va—, incide en el mismo en que «llama la atención la gran cantidad de horas de sueño que consume. Se debe a que muchas de las cosas en las que él puede ocupar su tiempo libre le entretienen un rato pero luego le aburren. Guardiola le regaló el libro Saber perder, de David Trueba. Le pregunté si lo había leído, y me dijo que lo había empezado, pero que se cansó y lo dejó. Después me comentó que no le gustaba leer. Estos comportamientos de los máximos iconos revelan que más igualado no puede andar el campeonato. En realidad sólo iba a traer a colación la galanura del portugués, pero he optado por equilibrar lo más posible el relato porque hay quienes estas últimas temporaditas no lo están pasando muy bien. Un amigo madridista —aunque el menos madridista de ellos— dijo que no quería saber nada del equipo tras lo del dedo en el ojo. Los cinco puntos de ventaja han ido envalentonándolo y, desde el miércoles, sin embargo, ha vuelto a caérseme. En esta situación martirizante, en la que cuanto mayor es el desquicie de los menos elegantes que Cristiano más beatífica es la respuesta del de Santpedor, siempre pienso en un hombre como Florentino acostumbrado al triunfo y que ya no debe saber para dónde tirar. Porque, claro, Mou da el tipo, sabe vestir, domina no sé cuántos idiomas, debe ser un encanto en casa y no sólo no se aburre, sino que consigue distraer a medio mundo. El único problema es que concibe el fútbol con el culo. Habrá a quien le guste, pero a este paso no sé si dará para hartarse de vender camisetas. Suponiendo que no las desgarre antes Pepe.