En principio, desconfío de quien te dice que no te va a mentir o que siempre dirá la verdad. Sé que es un prejuicio, pero, como el valor, la verdad se presupone, se expresa y no se anuncia: lo contrario más parece exigirme un acto de fe para que me crea algo fatalmente incierto o el reconocimiento de que en otras ocasiones se mintió, pero ahora no en ésta. Recuerden todo lo que prometió Rajoy hace apenas un mes en el Congreso, bajo la promesa solemne y explícita de decirnos siempre la verdad, y compárenlo con las decisiones opuestas a lo prometido que está tomando. Pero dejemos a Rajoy chupando el hueso de la aceituna de la verdad que luego resultó que era rellena y sin hueso, y centrémonos en Fabra, Alberto, que acudió el otro día a les Corts para explicar lo contrario de lo prometido y presupuestado y que empezó como Mariano (directo al grano): «Vengo a decir la verdad. A dar la cara, con los pies en la tierra y la cabeza muy alta (...ai, valent!), porque los valencianos no somos peores que nadie ni nos meremos menos que nadie (...osti, tu!)». Dicho lo cual, como si los otros días hubiera acudido a mentirnos, a dar los pies y con la cara en la tierra, añadió que toda la culpa es de Zapatero y fuése. En fin, si exceptuamos que se le olvidó el «visca la mare que ens ha parit», todo cierto.

Dice Rus, Alfonso: «No podemos pasar de ser el milagro de Europa a ser África». La verdad es que, como siga la misma tropa, podemos llegar a ser el asombro de Oceanía, la sorpresa de América y el terremoto de Asia. Incluso el cuarteto de Alejandría, el misterio de Bizancio y el embrujo de Shangai. Estamos en el mapa, chaval.

A pesar de ser o haber sido periodista, a la alcaldesa de Valencia le parecen «insólitas» las preguntas de los periodistas sobre los bolsos que atesora. Seguramente preferiría que los periodistas le escucharan o le preguntaran la hora, pero después de afirmar que «un bolso de Louis Vuitton es un regalo absolutamente habitual», y teniendo en cuenta que habitual viene de hábito, como el de fumar, es tan insólito que te pregunten cuántos bolsos tienes como que te pregunten cuántos cigarrillos fumas al día. Si a esto le añadimos que sales por aquí y por allí citada como habitual receptora de vuittones y loewes, no tiene mucho sentido que «no entienda nada» sobre la curiosidad nada «insólita» de la periodista. Por cierto, y porque me lo va a preguntar: servidor, bolsos, lo que se dice bolsos, bolsos, no tiene. Por cierto, otra vez: ¿a quién le regalaron un ático sin goteras? Veriueu-ho, Xavi!