El ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, se ha reunido con un grupo de notables empresarios españoles para ofrecer la ayuda de su ministerio y para escuchar las sugerencias de manera que pueda diseñarse una serie de políticas que mejoren a corto y largo plazo nuestra balanza comercial como casi único remedio de resolver el problema del desempleo.

Es una iniciativa acertada que conseguirá su excelencia en la medida que todos tengamos la convicción de que estar en el mapa significa que nuestros productos y servicios llegan hasta el último rincón del mundo por su calidad, su precio competitivo y su fiabilidad.

La Comunitat Valenciana, que no hace mucho confundió estar en el mapa con el despilfarro y la mala administración, ha pasado al quinto lugar exportador en la lista de comunidades autónomas. En los países de habla hispana, de tanto interés para el actual Gobierno español, se puede afirmar que Valencia está hoy en el mapa. Recorriendo desde el río Grande hasta Magallanes, la quiebra económica, los casos de corrupción, las escuelas con abrigo y las farmacias en huelga, por hablar de algunos casos, son noticias más que comentadas en los círculos y casinos españoles o entre los criollos de segunda y tercera generación.

Hemos puesto entre todos a Valencia en el mapa. Poner a España será bastante más difícil, sobre todo si el Gobierno central del Partido Popular y también la dirección nacional del Partido Socialista Obrero Español, ahora en la oposición, no ponen un poco de orden, ética y estética en esta tierra valenciana hoy más lacrimógena que nunca. En unas recientes declaraciones radiofónicas, Josep Piqué, exministro de Exteriores con José M.ª Aznar, afirmaba que nuestra fortaleza exterior pasa necesariamente por nuestra fortaleza interior. Parece que en Valencia, unos, otros y los de en medio, no se han dado cuenta todavía de que vienen debilitando la marca España y encima se creen patriotas.