Minutos después de jurar el cargo, el nuevo conseller de Economía, Máximo Buch, marcó la ruta exterior como la más segura para garantizar la supervivencia del tejido productivo valenciano. La exportación y la internacionalización son hoy un seguro de vida para muchos industriales y el sueño de cualquier empresario en apuros ante la contracción de la demanda interna y las alarmantes expectativas que pronostican los expertos para la economía española en 2012. La cadena valenciana de supermercados Mercadona puede convertirse de nuevo en el modelo a imitar, ya que espera cruzar definitivamente las fronteras este mismo año. La sólida firma que preside Juan Roig ha proyectado dar el salto a Francia, Italia y Portugal, los países europeos más próximos. La estrategia de expansión internacional no responde en este caso al empuje de la crisis, ya que se empezó a planificar en la década de los noventa, ni tampoco a las necesidades financieras de la compañía, dado el meteórico crecimiento económico de Mercadona, que cerró 2010 con unos beneficios de 398 millones de euros (un 47 % más que el año anterior), sino a la voluntad de expandir una fórmula que ha calado hondo en España, donde la imparable apertura de tiendas se dirige ahora hacia Navarra y el País Vasco, únicas autonomías donde aún no está presente. Ni el dueño de Mercadona ni el conseller Buch están equivocados. Abrir la puerta al exterior, además de un reto, es hoy una necesidad. No es obligado, ni seguramente posible, ir al paso de Roig; sólo hay que seguir su senda y la de otros muchos.