El capítulo que dedica Tony Judt al análisis de la situación de Europa en los inmediatos años a la finalización de la 2ª Guerra Mundial, en su magistral libro "Postguerra", es un brillante ejercicio de síntesis histórica con un relato intenso y bien trabado. Cuando se comenta la situación de precariedad alimenticia que se vivió en toda Europa en esos años, Judt hace mención a la difícil coyuntura del "invierno hambriento" de 1944-45. Y, en efecto, ese invierno fue muy crudo en toda Europa, también en España. Los titulares de prensa de esos días hablaban de "crudísimos fríos", de "lluvia y nieve en toda España" y se hacían eco de temperaturas mínimas de -27º C en Ávila. Desde mediados de diciembre del año 1944 y hasta finales de enero del siguiente año se sucedieron varias "invasiones" de aire polar continental, alguna de ellas conectando con la cuenca siberiana. Durante casi dos meses los termómetros alcanzaron records de bajos registros en muchas ciudades europeas causando la muerte de cientos de personas malnutridas. Era el helador remate de una guerra absurda de fanático delirio. Desde el famoso temporal de frío y nieve de las navidades de 1926, no se había experimentado un frío tan intenso en Europa. Recuerda mucho ese mes de enero de 1945, meteorológicamente hablando, al más cercano en el recuerdo de 1985, cuando muchas plantaciones de cítricos y otros cultivos de hortalizas de las huertas mediterráneas fueron arrasados por el frío. Qué contraste con el "primaveral" invierno que estamos viviendo este año. Al menos de momento.