En una sociedad (todas) en la que existen diversidad de intereses y a menudo contrapuestos, hablar de un «bien común», no deja de ser una máscara ideológica engañosa: cuando las cosas van bien, porque no a todos les va bien ni a todos de igual manera; y cuando las cosas van mal, porque no a todos les va mal y no a todos de igual manera. Estas tontoprecisiones, que son de sentido común, conviene recordarlas para cuando se realizan afirmaciones que también parecen de sentido común sin serlo.

Cuando Fabra, Alberto, reconoce con cara de estar diciendo la verdad, que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades» habría que recordarle que esa generalización no es cierta: algunos han vivido mal y sin ninguna posibilidad; otros han vivido por debajo de sus posibilidades, de forma moderada y ahorrando la peseta para el duro; otros lo han hecho al límite de sus posibilidades y, finalmente otros sí, por encima de sus posibilidades. Pero a mí no me incluyan ni en la locura del derroche público y en los delirios del privado.

Por eso, coño, en mi ingenuidad, cuando decíais que había que «apretarse el cinturón» algunos creímos que os referíais a los vuestros y no a los nuestros que, o no teníamos, o llevábamos ajustados a la cadera, cuando no eran tirantes para ir tirando. Creímos, por ejemplo, que os referíais a esa trama clientelar de 15.000 a 20.000 enchufados a la teta pública que, multiplicados por su correspondiente gens o tribu, os proporcionan un buen caladero de votos incondicionales, pero no creímos que os referíais a la calefacción de nuestros hijos ni a los pañales de nuestros mayores. Por ejemplo, claro.

Por eso, cuando Buch, Máximo, el nuevo conseller de Economía, dicen que experto en capital riesgo, que suena a ruleta rusa y que no sé qué es porque uno es de plazo fijo y cliente de toda la vida de Bancaixa, aunque resulta que Bancaixa no era para toda la vida, digo, dice que «vamos a pasarlas canutas», empiezo ya a cabrearme porque él será nuevo pero yo estoy escriviviendo desde el golpe de Estado de Tejero. Vamos a ver: ¿quiénes vamos a pasarlas canutas? Por las pintas, que dice mi amiga Isabel, con tanto trajerío y vuitones, no parece que ellos (ellos son, por ejemplo, los citados) las hayan pasado o vayan a pasarlas canutas. Y si lo que quieren es acojonarnos, dejen ya de anestesiarnos con el miedo: callen, amputen de una vez y dejen el muñón aseado para cuando podamos copagarnos la prótesis. Mierda, y menos mal que Camps es no culpable, o sea y en su epiretórica: absolutamente inocente.

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