Una masa enfurecida agredió ayer en el Puig a dos periodistas de Levante-EMV cuando realizaban su trabajo y certificaban que en el acto de las cucañas organizadas por los festeros de los actos en honor a Sant Pere Nolasc, se mantuvo la tradición de lanzarse ratas muertas, pese a la denuncia previa del Partido Animalista contra el Maltrato Animal (Pacma) y después de haber anunciado los mismos festeros que renunciaban a volver a utilizar los roedores por temor a las multas. Los agresores, contra los que se presentó ayer la preceptiva denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Puçol, robaron la cámara y borraron las imágenes que la fotógrafa de este periódico había captado y que demostraban el mantenimiento de la desagradable tradición. Las imágenes que emitió ayer Canal 9 en las que los vecinos gritaban «¡queremos ratas!» no necesitan mucha más explicación. Lo que sucedió después con la agresión a las dos periodistas es simplemente de juzgado de guardia. Ampararse en la defensa de una tradición, cuanto menos de dudoso gusto y además ilegal es del todo indefendible. Pero lo peor es que una turba fuera de sí agredió a las dos periodistas que se limitaban a hacer su trabajo y certificar los hechos que se desarrollaban en su presencia, sin que prácticamente ninguno de los presentes defendiera a las dos mujeres de la agresión de los energúmenos que participaban en la fiesta. La Conselleria de Gobernación había dicho que sólo actuaría ante una denuncia. Ya la tiene. Ávidos estamos.