Aparte de habernos doblado el recibo del agua —lo noto porque nunca me había fijado en él y ahora sí— para tapar el agujero que dejó la espesa y fecunda ladronera instalada en la depuradora de Pinedo ante la ignorancia o la complicidad de la alcaldesa, aparte de habernos situado en el mapamundi purulento junto a ciudades tan prestigiosas por su nivel tecnológico y salud económica como Palermo, aparte de no pagar a los boticarios y tener a los nenes congelados en los colegios, aparte de eso, doña Paula Sánchez de León, delegada del Gobierno, tiene una policía que no reculará ante ningún desafío, sobre todo si el de­safío son unos cuantos mozalbetes de instituto con el apoyo táctico de Mónica Oltra, diputada de peso ligero: palo con ellos si interrumpen la marcha triunfal del tráfico rodado.

En los estertores del gobierno de Zapatero —en la distancia ya casi parece un benefactor—, unas cuantas asociaciones profesionales de policía se quejaron de no tener instrucciones precisas para actuar en casos de ocupación de viviendas y de espacios públicos. Loable celo profesional en defensa de la propiedad y el espacio de todos, cierto, lástima que, por lo que leí, no se extendiera a la petición de instrucciones para detener a los responsables de la banca que han desplumado a sus propios impositores, a quienes han desviado y derrochado recursos públicos o les toca la lotería en todos los sorteos, lo que va contra las leyes, sobre todo contra las del azar.

Los sindicatos policiales griegos ya han dicho que, pase lo que pase, no atacarán a sus propios conciudadanos, incluso un juez ha admitido una querella contra el Gobierno griego por actuar —como es obvio— contra el país y a favor de los marrulleros organizados. Desde luego no espero lo mismo de nuestros policías ni de nuestra judicatura, la verdad, porque tampoco estamos, nosotros, a la altura de los griegos, con los islandeses el último pueblo libre de Europa. Aun así el problema no es la policía, sino quien da las órdenes: esa rubia con mechas adicta a la tinta de calamar que mata moscas a cañonazos.